viernes, 5 de junio de 2015

La muerte o antesala de consulta.

Releo el poema de Aleixandre, oscuro en la adolescencia y canto de gorrión afónico en la madurez. Miro los ojos azules y el cuerpo gastado de aquel que estuvo una vez en mi miembro. Lo llamaban Brad y lo vi desfilar entre trajes familiares. Nunca más quiso saber hasta hoy.
El encuentro con la muerte nos hace huidizos, insolidarios, de una dignidad innecesaria. Siempre soñé con un desfilar de cuerpos que comparten la pasión, iguales que pueden sacar la lengua al fantasma de la estupidez. No soy un enfermo, solo tengo un virus que hace mutimillonarixs a farmacéuticas y políticxs corruptxs. No padezco ninguna enfermedad, solo asisto al baile del recuento de votos, defensas y hostilidades. La tirana que me dio el ser siempre mira por mí. Oculta su odio en la prevención de la enfermedad de otros y no entiende que educar empieza por dar. Cuando no se da, no se puede reclamar recibir. El cáncer familiar la ayuda en su destino cristiano de sufrimiento. Las cuestaciones consiguieron que el cancro fuera de derechas, respetable, vendible para hablar de coraje, fortaleza y entereza.
Lxs del encuentro tumultuoso por el contrario somos carxs. Nos lo repiten médicxs, enfermerxs, farmacéuticxs. Hasta un amigo querido te lo espeta como cálculo electoral o político. Pocxs han vivido el miedo a la muerte, al no te hablaré jamás, al no te tocaré nunca cada tres, cuatro, seis meses. Cada cita te recuerda que escoria y tú nacisteis en fechas diferentes pero sois lo mismo... La farmacéutica recién incorporada te habla de sus problemas logísticos y económicos. Te mira con la sonrisa aprendida de azafata de bajos vuelos. Tú le hablas de derechos, ciudadanía y sentimientos, ella te habla de gestión y locura. Siempre se acaba hablando de la locura. Les desean a lxs malvadxs tu estar con una sonrisa y te miran como a un arma descargada. Lxs carcelerxs tratan con delincuentes, ellxs con escoria reinsertada.
Salgo del nosocomio sin erección, sin ganas de llevarme su miembro a mi boca. Imagino un club de la lucha con el otro Brad, un club de encontradores tumultuosos que penetran para seguir encontrándose, un club donde la locura forme parte del deseo.