jueves, 9 de noviembre de 2017

Workingout in Ocala. Mañanas de instituto. Homenaje a Moonlight.

Hoy he sentido el hachazo de la heteronorma, de las tardes de fútbol, de las miradas desaprobatorias de la madre, de las conversaciones calladas sobre la sensibilidad del niño, del qué he hecho yo para que odies así a las mujeres. Hoy me han insultado con palabras amables, con equidistancias conceptuales, con navajas de centro de ciudad. Fumo y chupo pollas porque me da la gana, no para arriar la bandera de aquellos que matan más de una mujer al día, esa bandera de odio que practica cada día la exclusión pero se siente intimidada cuando le reclamas la libertad que te han quitado.
Sentí asco, ansiedad, todos los eccemas se pusieron de mi lado y me avisaron de que aquel sujeto era despreciable. De que cada vez que muestras tu bendita vehemencia no les das razones de moderación sino solo denuncias los asesinatos de buen orden que querrían perpretar cuando les dice que su heterosexualidad es un proyecto aberrante sin cura, que su agresividad de sonrisas compasivas esconde el peso de su historia de crímenes atroces.
Me sumieron en la categoría de ser abyecto, en la minoría con proyectos de violación, en el círculo que debe ser silenciado, acomplejado y sometido a sospecha infinita.
Soy anómalo y abyecto y orgulloso de provocar el temblor ante mis miradas y mis actos. Porque soy libre y eso les espanta. Porque soy capaz de decir que intentaron rescribir mi historia e intentan asesinar la de otrxs todos los días. Porque soy incapaz de sentir la mínima parte de su desprecio y eso les hiela.
Soy aberrante porque detesto su poder inotorgado, porque les digo que sus pasos son el flagelo de la mayoría, porque cuestiono su identidad en cada gesto.
No me desdeciré, no ocultaré y lucharé en cada poro por odiar porque su testosterona no me condena a no sentir, a no llorar y a no buscar en cada dedo un cómplice para el placer.
Soy de la raza de Titanes que nacieron para el no ser, pero todavía les muestro mi deseo y no me atormento.