lunes, 5 de julio de 2010

Oleadas (p)

"Prestábamos mucha atención, demasiada, a los defectos de nuestros pacientes, como Rebeca fue la primera en decirme, y demasiado poca a lo que estaba intacto o preservado en ellos. Utilizando otro término del argot, nos interesábamos en la "defectología", y demasiado poco en la "narratología", la ciencia olvidada y necesaria de lo concreto." Oliver Sacks.
"El secreto para poder desarrollar el talento de Yamamura fue compartir su espíritu. El maestro debería amar a la bella y sincera persona retardada y convivir con un mundo purificado y retardado." Motzugi citado por Sacks


Leía a Sacks que hablaba de pacientes neurológicos y causas perdidas. Me asombraba su capacidad de construir historias para un mañana, de vislumbrar futuro donde solo se ven derrotas del presente. Pero sobre todo me atraía su pasión por el conjunto, por la unión de todas las posibilidades médicas y su vislumbrar de una ciencia solamente humana, alejada y por lo tanto completamente cercana a los diversos saberes parciales y técnicos, llámense psiquiatría, neurología o matemáticas. Intuía su pasión por el arte como experiencia únicamente humana y como lo único capaz de vertebrar a todos los espíritus, como una secuencia superior y salvadora.
Rezumaba todo el texto esa extraña cualidad de los médicos humanistas, aquellos que saben que el paciente sufre, tiene miedo, y que el único acercamiento curativo posible es una mirada, una sonrisa, unos minutos de sincera atención.
Y Sacks me llevó a mis clases, a los orientadores, a los padres, a los pedagogos, a los programadores de carreras vitales, a la enseñanza como trabajo. Recordé a Jhon, que no sabía hacer análisis sintácticos pero entendió a Kafka; a Javi, hiperactivo fracasado en los estudios que escuchaba los relatos sobre mi homosexualidad adolescente con arrobo y que entendió a Bradbury; a Mario, psicótico y brillante, que explicó como docto sufriente aquel cuento sobre monstruos del interior y dejó de venir a clase. Recordé a muchos otros cachorros a los que quise y me quisieron. Recordé las conversaciones, las charlas sobre el arte de vivir, la vehemencia en los cuerpos.
Y por fin pensé en los jueces que delimitan la idoneidad con un cinco, en la muerte y en los tránsitos placenteros.

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