viernes, 4 de marzo de 2011

De psicopedagogos, padres y demás adláteres

Leo en un periódico una inquietante noticia a tamaño considerable. Un ilustre presidente de una asociación de psicopedagogos y una de asociación de padres claman contra el dislate de tres viernes festivos en poco menos de mes y medio. La tendencia de los seres humanos a buscar la responsabilidad en otros y a modificar solamente lo banal es infinita. Los males del sistema y de la práctica educativos son grandes pero no había caído en lo desastroso de esos viernes para el futuro de nuestros estudiantes. Reflexionaba sobre la realidad de nuestras aulas, sobre un sistema educativo que se basa fundamentalmente en lo fantasmal. Pensaba en los alumnos díscolos y su entorno familiar, en los profesores que no los ven como personas en proceso de formación y desvalidos ante sí mismos y los demás; y pensaba en todos los planes educativos, programas y demás organizadores del alma humana.
Entonces me acordé de aquella orientadora-psicóloga-pedagoga que nos arengaba en una comisión de coordinación pedagógica sobre el trato a los alumnos, el cumplimiento de sus expectativas y el verdadero foco de atención que eran sus intereses. En aquel momento sonreí solo con desconfianza. Al cabo de los meses cambió mi mueca cuando asistí al baile de expulsados de la orientadora-profesora y sus amargas quejas ante unos alumnos de casi dieciocho años que no le hacían caso. Y de nuevo volví a pensar: suum cuique (a cada uno lo suyo).

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