lunes, 11 de abril de 2011

Epístola moral a una ministra

Señora Ministra de Sanidad:

Me confieso un descarriado, un inadaptado en esta sociedad de pretensiones de inmortalidad. Aunque imagino que está bien soñar que es así. Quizá podría cambiar el nombre de su ministerio por el de Inmortalidad. Ya me dijeron hace tiempo que era mortal, que el principio del fin podría producirse en cualquier momento. Para ello tomo diariamente unas cuantas pastillas. Pero sé que moriré. No sé cuándo, pero llegará. Me gusta vivir, pero vivir como pueda y quiera. Mis análisis son buenos, mi estado general casi excelente, como verduras, frutas, alimentos saludables, pago mis impuestos casi gustosamente, trabajo con decoro y dedicación, soy amable, sonrío cuando puedo.

Pero me gusta fumar, quiero fumar. Comprendo Su preocupación por la salud ajena, comprendo que no debo molestar al prójimo. Pero sus motivaciones son algo más puritanas para mi desgracia. Pretende decidir cómo debo morir. Pretende inmiscuirse en mis pocas decisiones personales. Entre mi cigarro y yo pretende establecer un valor supremo, el de Mi Salud, pero sin preguntar, sin querer saber mis razones.

Su última campaña de fotos desagradables no me hará desistir en mi empeño, el de ser un poco libre a pesar de mis marcadores tumorales. Me siento agobiado (también un poco honrado por tanta dedicación) y cada vez más ciudadano, ciudadano que se arroga en la misma medida que Usted el derecho a chillar, esta vez no mediante fotos (prefiero los cuerpos desnudos, son menos agresivos) sino con palabras.

Sigo escribiendo con el cigarrillo en la mano e imagino el gesto de cabeza negativo. No sé qué se sentirá Usted, si valenciana, española, europea… Yo tan solo un animal humano al que trajeron aquí hace bastante tiempo. Querría dejarle la construcción de naciones e ideales a Usted.

Tan solo me conformaría con que no me chillara más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Eoooooo Ocala!
Totalmente de acuerdo!!!!
Muchos bes
L7

Ocala dijo...

Sabía que te gustaría. Besooos