domingo, 9 de octubre de 2011

20 N: mis razones del miedo al PP

Tengo la sensación de que esta gran crisis es realmente la gran tomadura de pelo que todos en alguna medida estamos tragando como buenos hijos de Dios. Oía decir a un economista cristiano que dinero hay, la cuestión es donde y para qué. Mi hermano, que no tiene estudios pero sí mucha sabiduría, me preguntaba por qué los socios de la Unión Monetaria, si querían de verdad ayudar a Grecia, no le daban préstamos baratos para que pudiera salir de la crisis, y no créditos carísimos que saben que no van a poder pagar. Solo pude decir claro y recordé lo que quiero a mi hermano.
Los que tienen el dinero observan cómo nos despojamos poco a poco de todos nuestros ideales y nos dejamos violar sin recato. Nos roban el sueldo, el trabajo, la idea de que todo puede ir a mejor, nos esquilman la sanidad y la educación públicas, nos recortan derechos, pensiones, posibilidades de ser y querer morir. Mientras, se masturban viendo cómo sus ministros en la tierra nos prometen el cataclismo universal y nos van despojando de nuestra dignidad mientras nos conducen al Minotauro como pago por la paz.
En España y en todo el mundo nos jugamos algo más que un recorte de sueldo o una subida de impuestos. Nos jugamos un cambio de modelo, un cambio de reglas del juego en este estado del bienestar precario. Esta es la verdadera refundación del capitalismo del que hablaban: un mundo más hostil y menos solidario, un estado donde el dinero y sus adláteres tengan derecho a fagocitar el ansia de que todos vivamos bien.
Es la primera vez que siento miedo pensando en el futuro, no por la economía, eso es lo de menos, sino por temor a pasar de ser ciudadano a cliente, por temor a que vigilen cuántos análisis debo hacerme al año, de no tener la medicación adecuada, la atención debida. Me pone triste pensar que voy a tener que elevar mi productividad, que probablemente tendré que moderar mi lenguaje si no quiero pasar a ser sospechoso de algo.
Estos años atrás han sido los más felices de mi vida. No solo me he sentido orgulloso de mí mismo y de mi deseo sino que una ley me ha dicho que sí, que lo que yo sentía estaba bien sentirlo, que lo podía sentir, en definitiva, que existía para la sociedad. Lloré cuando vi a los diputados aplaudiendo la aprobación de la ley de matrimonio homosexual. Era la celebración del cumpleaños. Allí se celebró que tenía derecho a besar, a querer, a usar de mi libertad como todo el mundo. Fui muy feliz aquel día y también lloré de dolor al recordar cuánto me han hecho sufrir, cuánto dolor me han causado, qué responsables son de lo que yo me dañé a mí mismo. Estos años me han dado el coraje para denunciar si alguien me maltrataba con la palabra. Por una vez he sido objeto de protección legal y no de acoso socialmente asumido y promocionado.
Y ahora se me dice que me desnude lentamente y, en aras de que la economía mejore, vea la imágenes de Fraga en el senado, de los líderes del PP manifestándose junto a la iglesia católica, que me tacha de enfermo, y reclamando que yo no vuelva a existir, la imagen del recurso de inconstitucionalidad, de las privatizaciones de la sanidad y educación, del desmantelamiento progresivo del estado de bienestar.
Tengo miedo de que gane el PP, y tengo miedo de volver a sentir miedo al salir a la calle. Tengo miedo de tener que volver a callar, a bajar la mirada. Tengo miedo de volver a sentir que tienen razón cuando me insultan, cuando me dicen que soy inferior a ellos. Tengo miedo de tener que volver a sonreír y bajar la cabeza cuando me griten maricón entre carcajadas y la gente no diga nada porque no es necesario decir nada.

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