viernes, 15 de diciembre de 2017

Carta a mi padre por fin...

Me gustaría que estuvieras aquí... pero quién. Estoy desnudo, vino y más... Nina Simone y las ganas... Only my baby y sentirse normal, en Glasgow o en el instituto. Enseñar feminismo y destronar testosterona, hablar y comer pollas... Todxs en busca de los abrazos... Mi niño que enreda manos y produce erecciones, supura sexualidad y teme a los demonios. Something he can say y no dice y tú esperas y todos las espadas como labios. Y respirar y excitar los pezones y sentir aliado a esos músculos negros sin miedo, antifascistas, culo duro y polla descomunal y excitación barata, pagada en aras de la redistrubución de la riqueza. Y no poder ser, no poder tomar café sin sentirse diferente, extraño y solo alieno en el mundo del construir, en ese mundo de afectos que domestican, destrozan y pervierten. Sospecho que eso es el paidagogós. Encontrarlo en diez años y liberar eccemas sí, y meditación y saber lo que te gusta y detectar el encantamiento sincero, ese que es todos los besos de Juvencio y de todas las Lesbias desvirgadas de élite y sumisión. A la libertad la llaman inoportunidad y el papel de advertencia y la sororidad en los cuerpos que solo son trans, sean mujer y mujer u hombre en despacho compartido. Y luchar contra el niño pequeño asustadizo al que he aprendido solo a cuidar, solo a ver en ese espejo al que deseo y del que me distancio para no enloquecer, para evitar el fracaso, porque todo lo humano no es un demonio, mi niño no con ojos morados, sino vano, evanescente. Solo nuestras manos son verdaderas aunque no lo quieras, aunque lo desees pero no te excite. Has sentido orgasmos que negaré y necesidad de mí que disimularé.
Pero ahora sí valoro, ese amor que me quieren quitar con la jerarquía, las normas, y ese Bílbilis ónfalos del no ser. Transición lesbiana que nunca se atreverá a ser polla. Ser hetero para su felicidad, para la mía, siglo XX duro pero sincero, rapaz, ala extendida que le gustaría ser mi Íkaro.
Desconjugar es sabio y retirarse ante el que quiere otra cosa sensato, siempre marcando el territorio excepto cuando se te desnudan con ropa de sinceridad. Y el marica de los maricas queriendo robar...pero los maricas se me han muerto y los heteros ya no me importan. Solo me importa esa mezcla bendita de respìraciones y enajenaciones químicas, de sortear literariamente las leyes que siempre amordazaron mi erección.
Soy rítmico atenazado pero prometo mi salvación en cada firma.
Derrochamos el erotismo siempre construyendo lo que nos une y nos une ese amor que mejor nunca declarar porque no está más allá, más allá del seguir sin estar, sin obstetricias ni disidencias, sabiendo que Pasolini nunca creyó en Freud, ni Sófocles. Los cuatro sabemos que el acto es la potencia y que la atadura no es la religión sino la podredumbre y nacimos exquisitos, es decir, sin preguntar. No hay que preguntar, ni reclamar sino dar y mirar, no esperar.
Cambiar tu ritmo y que todo fluya... ay mis necixs enajenadxs que solo saben quitar en revancha sin alcohol.
Voy y vuelvo pero no sanaréis y yo moriré en gozo, como aquel que no quiso enseñarme a templar porque me odiaba en su debilidad demasiado poco como para no hacerme fuerte y respetable, digno de su sucesión de animal admirable. Los supiste enfermos pero te daba demasiado miedo. Nunca pudiste con mi igualdad y mis reproches de no enseñarme a acariciar. Sabías que era yo y esperaste al final. Y sonreíste, por fin, ciego de morfina y muerte. Y supe que era yo y nadie más. Que la sangre no eran esas dos tetas cristianas, sino mis ganas de comerme su mundo y saber que algún día no haría falta que me dejara cuidar porque ya era poderoso. Y lo soy, padre mío, a pesar de la sociología y de todas las Yocastas malditas...

viernes, 8 de diciembre de 2017

Perifèries habitables

Tenir un cor excesiu té un preu, probablement el de la soletat.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Workingout in Ocala. Mañanas de instituto. Homenaje a Moonlight.

Hoy he sentido el hachazo de la heteronorma, de las tardes de fútbol, de las miradas desaprobatorias de la madre, de las conversaciones calladas sobre la sensibilidad del niño, del qué he hecho yo para que odies así a las mujeres. Hoy me han insultado con palabras amables, con equidistancias conceptuales, con navajas de centro de ciudad. Fumo y chupo pollas porque me da la gana, no para arriar la bandera de aquellos que matan más de una mujer al día, esa bandera de odio que practica cada día la exclusión pero se siente intimidada cuando le reclamas la libertad que te han quitado.
Sentí asco, ansiedad, todos los eccemas se pusieron de mi lado y me avisaron de que aquel sujeto era despreciable. De que cada vez que muestras tu bendita vehemencia no les das razones de moderación sino solo denuncias los asesinatos de buen orden que querrían perpretar cuando les dice que su heterosexualidad es un proyecto aberrante sin cura, que su agresividad de sonrisas compasivas esconde el peso de su historia de crímenes atroces.
Me sumieron en la categoría de ser abyecto, en la minoría con proyectos de violación, en el círculo que debe ser silenciado, acomplejado y sometido a sospecha infinita.
Soy anómalo y abyecto y orgulloso de provocar el temblor ante mis miradas y mis actos. Porque soy libre y eso les espanta. Porque soy capaz de decir que intentaron rescribir mi historia e intentan asesinar la de otrxs todos los días. Porque soy incapaz de sentir la mínima parte de su desprecio y eso les hiela.
Soy aberrante porque detesto su poder inotorgado, porque les digo que sus pasos son el flagelo de la mayoría, porque cuestiono su identidad en cada gesto.
No me desdeciré, no ocultaré y lucharé en cada poro por odiar porque su testosterona no me condena a no sentir, a no llorar y a no buscar en cada dedo un cómplice para el placer.
Soy de la raza de Titanes que nacieron para el no ser, pero todavía les muestro mi deseo y no me atormento.


domingo, 8 de octubre de 2017

De talleres LGTBQI y grupos de trabajo

Si tuviera valor para  ir al psicoanalista, le contaría ese suceso de la infancia que permanece vívido y todavía duele. Era una tarde casi noche de verano, una piscina comunal y una celebración de partido de fútbol y tribu humana. Los miraba extrañado como casi siempre, ajeno y con ganas de compartir. La melancolía estaba como compañera de mortaja. Era feliz porque había risas, familias y cuerpos duros de hombres.
Y entonces llegó el momento, ese en que todo cambia en mis tripas y me invade el dolor. Reclamaba en silencio que alguien me tocara, que alguien me besara. Los ojos no valen como método de comunicación. Y se acercó ella, a la que quizá amaba y a la que había ayudado a poner un sujetador sintiendo que su erotismo no era el mío. Y me dio un trozo de tarta, un trozo que sentí como el resto caritativo que se les da a los subalternos. Supongo que no era verdad. Estallé en lloros y tiré el trozo de tarta al suelo. Salí del bar y me encontré con un césped y unas piscinas solas, vacías como yo.
No recuerdo cuándo ni cómo volví. Sé que luego me hablaron y seguro que me sonrieron y quizá comiera algo de la tarta. Me sentí como muchas veces me siento, inmensamente solo y sin capacidad para que nadie me quiera. Sentí  todos los torrentes desbocados del amor y la incapacidad más devastadora para compartir algo en este mundo.
Imagino su perplejidad, la claves de colocarme en el mundo de los raros, los sensibles, de esos que hay que aguantar porque comparten apariencia humana y hemos decidido sacralizar la vida. No eran tiempos de psicólogos ni de comprensión. Era el tiempo brutal de las categorías cerradas, de las sacristías y los electroshocks. Y supongo que opté por sobrevivir, por callar y sonreír, por no jugar porque ni sabía ni me gustaba, por desear una hermana que me abrazara y me dijera que no pasaba nada, que entre sus brazos en ningún momento de mi vida iba a pasar nada.
No he aprendido a estar con el otro, sí a respetarlo y quererlo en la distancia. Por eso quizá el ansia irrefrenable de polla, de que te deseen siempre porque nunca te voy a dañar. Y al final daño. Daña el infante inocente que no sabe hablar, solo sentir. Y llega, siempre llega,  el momento en el que todo se vierte por el precipicio,  ese que, como Sísifo, ya no tiene remedio.

martes, 25 de julio de 2017

Cenizas y un puente

Ahora entiendo aquel "búscate a alguien que te cuide". Ahora mi incapacidad, mis ansias de acercarme para luego huir. Nací con el síndrome, con todas las respuestas afirmativas, con la barrera de la soledad. Nunca sé cómo hacer para que no me dañen. Puedo escuchar, saber que el dolor escapa tras cada sonrisa, cómo hipnotizan mis cuidados. Pero luego llegan las dudas, el estómago sáfico, un odiar y amar que sí sé. Sonrío como un cachorro y busco cachorros que nunca me desean pero sí quieren, que perciben que nunca les dañaré pero que mi deseo no es el suyo.
Jodido era morirse porque jodido era vivir sin poder dar.
Fueron días de ternuras, de aprender la potencia de ser sangre aunque no se quiera, de la brutalidad de no poder hablar ni conectar, de la historia que te lleva a ser aquel que alguien dictó, pero tú no quieres. Aquel te quiero mucho fue la vida y el abrazo la muerte: abrazo no correspondido, de sumisión y de adoración, de incapacidad de querer más allá del nacionalismo militante, de la españa sometida que hiede.
Ahora restaño heridas que son cigarros decididos, que son dinero de caridad, engaño pactado, nobleza pasoliniana. Demolí tabiques, derroché objetos y descubrí pezones sangrientos. Media vida para quererme y odiarme, para alejarme de todos a los que serví, de todas a las que seguí.
No espero casi llamadas y anhelo respiraciones. Es la enseñanza de la soledad, de la contricción, de los propósitos de enmienda y de los benditos mensajes negros de aquel que se acerca...
Supiste sonreír una vez y aguantar el dolor, compartir el sagrado libro que te lleva allí donde no se te desea. Tienen más miedo que tú, más dudas y menos deseos... Y cada día esperas que todo sea verdad y cada día descubres que tu puerta solo es causal.
Me levantaré mañana sin fumar entonando la parodia que te destruye. Los cuerpos no se compran,
salvo las caricias, la intenciones y las sonrisas... Te compran cuando te someten y te hacen decir que sí. He destrozado mis yugos y nunca quieren tu libertad.