sábado, 21 de marzo de 2009

Día del padre (p) (In nomine patris)

La pregunta es: ¿estás legitimado a no querer cuando te han hecho daño cierto y te han dado casi nada de lo que tú querías? La respuesta es no si se trata del padre.
Da igual que haya sido ausente en lo emocional y nulo en lo afectivo, aderezado por una negatividad educativa.
¿Estás legitimado a no querer a tu pareja si nunca te ha dicho te quiero, ni siquiera cuando te conquistó? No, si se trata del padre.
A pesar de todo me empieza a conmover la voz del anciano. No por la presencia cercana de la muerte y por tanto de la mía, sino por sentir que la malquerencia va pasando. No quiero pasar al perdón ni a la comprensión y menos al amor filial. Solo puedo conmoverme y es suficiente.
Lo empiezo a sentir como ajeno y propio a la vez. Y quiero no sentir ninguna responsabilidad emocional hacia él. Solo quiero volver a actuar y fingir que hay un buen hijo. Creo que ya no deseo revancha, pero no quiero entender sus razones.
Exijo el derecho a no ser comprensivo, a ser solo un mísero tolerante.
No puedo comprender el asco al diferente, la mirada turbia al amor entre hombres. Y sin embargo me obligaron a sentirlo en carne propia. Nunca odié a los homosexuales, solo me odié a mí mismo. Siempre los defendía, nunca me quería.
No elegí oír insultos de la boca de mi padre dirigidos a los maricones sin saber que yo lo era.
No me obligaron a matar una parte de mi vida, eso lo hice yo. Pero todos los demás me enseñaron cómo podía odiarme. Ellos inventaron las palabras. Yo solo las oía.
No inventé tener que sentirme agradecido porque las personas que me quieren aceptan mi homosexualidad. Es asqueroso que la gente te quiera a pesar de ser gay. Es repugnante que un alumno te diga que el amor entre hombres es anormal y luego te quiera aunque sepa que eres maricón.
A pesar de todo te pones en lugar del otro, puedes escindirte en dos cada día. Puedes perdonar a tu padre si algún día se entera de que a su hijo le dan por el culo y pesar de todo te quiere.
Sigues viviendo en doble fila, expuesto a las multas y a la sanción social. Pero nunca tendrás derecho a aparcar en primera fila. Solo podrás circular libremente, visitar palacios, besar la mano a reinas, pero tu coche siempre estará en doble fila.
Quiero tener derecho moral a no perdonar, a no olvidar.
Soy feliz y no me destruye la ira. No la tengo. Pero quiero tener el legítimo derecho a sentir deseos de venganza, como lo tiene el padre al que le han asesinado un hijo. Mataron una parte de mí y crearon un sistema en el que nunca podré ser una persona completa.
Reivindico el derecho moral a no querer a mi padre porque nunca me dijo te quiero.

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