viernes, 27 de marzo de 2009

La distancia afectuosa

"Nosotros, los de entonces..."

Oigo conversaciones de estudiantes y ya definitivamente me suenan manidas, gastadas, sin interés. Sin embargo siguen produciéndome ternura. Estos cachorros en construcción son algo más que un juego de brazos y piernas incomprensible, incoherente y contradictorio. Son seres agradecidos que te buscan aunque no te entiendan. Sospechan que tienes razón aunque su fuerza les lleve por otro camino.
Cada día soporto menos a los profesores, esos seres grises que se convierten en dioses de la miseria. No entiendo que no se conmuevan ante el desvalido. No entiendo que no muestren sus debilidades, que no miren de frente al que es poco menos que ellos.
Nunca se juega la autoridad en la relación profesor-alumno. Ellos saben que la tienes. Solo tienen que notar que el jefe de la manada se preocupa por ellos. Casi ni hace falta quererlos, solo apreciarlos.
Como todos cuando nos sentimos débiles, solo quieren que no los dañen. Deseo su amor, su adoración, pero solo se dañan a sí mismos cuando me dañan a mí, cuando rompen el sagrado pacto de entender que la vida solo es un gran sistema de posibilidades.
La distancia afectuosa es el triunfo.

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