lunes, 9 de marzo de 2009

Your song (p/np)

El presente a veces renueva el pasado y por fin lo llena de sentido y pasión. Me vienen a la cabeza diversas canciones, todas ellas con tufo ñoño, pero que explican el amor y el desamor en esta educación sentimiental que me tocó vivir.
Lo conocí en un chat hace seis o siete años. El tiempo da igual. Nunca fui bueno para los datos concretos, para los recuerdos detallados, sí para las emociones y sentimientos desbordados. Me enamoré como siempre lo hago, sin medida, control o barrera. Esta vez fui correspondido, aunque no como yo quería. No era un problema del otro, sino mío: buscar más allá de lo que pueden darme. Sin embargo, fue mi historia de amor más bonita del mundo, un amor que todavía perdura en soledad.
Solo me siento en plenitud en los aledaños del amor, rodeado de goces y miserias. Aprendí a quererme, a desearme y a tener a mi dios abrazado en el sofá bajo la manta de la felicidad plena. Con él nació mi adicción a la sonrisa y al abrazo. Consiguió que volviera a sentirme inmortal y que el sida fuera una broma macabra de la que solo hablaba mi médico.
Viví todos los tópicos del amor y vomité todas las penas negras de las que un adolescente en cuerpo de treintañero es capaz. Cometí el error de pensar que 16 años de diferencia y sus veinte recién estrenados no eran nada. Viví su amor pensando que iba a ser infinito cada día.
Pero el amor se acabó, se le acabó. Sufrí como no lo había hecho nunca, ni siquiera cuando me dijeron aquello de "primero te bajan las defensas, luego las enfermedades oportunistas y luego, ya sabes...". Fue igual de intenso en ambos casos: la sensación de inmortalidad explotaba. Con el sida se me moría el cuerpo de verdad; sin Javi tener vida me daba igual. Pero la pérdida amorosa fue más larga en el tiempo, dos años quizá para tener controladas las emociones, no para hacerlas desaparecer.
Y el regalo llegó un sábado por la noche de hace nada, de nuevo en el chat aunque ya solo como los ex que buscan sexo por distinto lado. Él acababa de sufrir una ruptura amorosa . No puedo evitar que me duela cuando a él le duele, que sufra cuando lo abandonan aunque yo siga enamorado. Es como si el corazón se escindiera entre mi yo enamorado y mi yo amical. Reconocí en sus palabras la locura del desamor, los lloros que no se pueden controlar, los reproches ridículos, el análisis desaforado de lo que hizo, sintió, pensó; la lógica que se retuerce hasta convertirse en la máscara del horror inalcanzable.
Y en esa locura surgieron palabras dulces hacia mí, las palabras por las que hubiera matado en nuestros tres años de relación: tú eres el que más me ha querido en la vida, qué mierda que el amor se acabe. Es verdad que no dijo eres al que más he querido en mi vida, pero su descripción del dolor cuando me abandonó lo sugería.
Para alguien que valora la pasión en función de lo que da es la mayor declaración de amor posible. Le di las gracias por lo que me había dicho y creo que sintió que tenía una deuda conmigo, una deuda de silencio en aquel pasado cuando yo le pedía palabras. No entendía, no podía, no sabía o, lo más crudo, no sentía.
El regalo llegó y acabó esa historia tortuosa de inseguridades, las mías. Lloré y seguí con el porro liberador, disfrutando de cada lágrima y de cada calada, desnudo y lleno de amor como hacía tiempo. Ya no quería sexo. Los habitantes del chat eran nuevamente una masa informe sin sentido.
Post data emocional: han pasado quince días y sus promesas no se han cumplido. Los regalos no deben extenderse.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bonito, óscar, iba a decir hermoso sólo que no sé si no suena demasiado cursi. Pero lo es.
chus

Ocala dijo...

Gracias, cari. lo hermoso suele ser que te digan eso.

Anónimo dijo...

Grande. Mucho.
Un beso,
Pablo.

Anónimo dijo...

Guapo, aún tengo los pelos de gallina... precioso, como tú.
Un besote,
Lurdes

Ocala dijo...

Y yo qué os voy a decir, que os quiero. Besos