martes, 23 de junio de 2009

Campanades a mort (p)

I si canto trist és perquè no puc esborrar la por dels meus pobres ulls. "Y si canto triste es porque no puedo borrar el miedo de mis pobres ojos". Lluís Llach

Escuchaba a Llach en La revolta permanent que la transición se pudo hacer porque la gente ya la había hecho. Entonces he recordado mi infancia en el barrio, el ambiente de pobreza intelectual, la falta radical de cultura, la dura sociedad machista y homófoba. Y he llorado. Caían las lágrimas con unos versos que hablaban de losas que te asfixiaban, de verdades retorcidas y oscurecidas. He llorado por pensar que debí nacer en otro sitio, en otro tiempo, en otro lugar, en otra familia.
Toda discusión política o críticas a Franco acababan en los años de paz y en la pregunta de si habían sido felices. Todos decían que sí. Se habían hecho cómplices del fascismo aunque lo negaran o aunque quizá no lo supieran. Habían sido felices y habían asumido y trasmitido toda aquella mierda. Y esa era la mayoría. Gentes informes, extendiendo como el veneno su ideología repugnante. No se odiaron después cuando pudieron exorcizarse y pedir perdón al niño que les miraba con ojos grandes y femeninos, que les quería y le dolía hasta el vómito no ser lo que ellos querían.
Eso fue para la mayoría la transición, un pecado de felicidad. Lloro porque he olvidado lo que fui y sentí, ya no duele, pero sé que he sufrido, que durante un tiempo he sido un verdugo-víctima-feliz-buena-persona. Aquella gente me debe su odio a sí misma, la sensación del vencido y humillado.

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