jueves, 23 de septiembre de 2010

¿Solo una huelga general?

En la antigua Roma las revueltas de esclavos, cuando triunfaban, solían significar que los esclavos autoliberados reproducían el esquema y tenían a su vez otros esclavos. Parece ser que Espartaco, que puso en jaque al ejército de Roma, pretendía la abolición de la esclavitud. Acabó muerto. El paralelo con la situación actual se me antoja, como mínimo, cruel. El capital, los mercados, los empresarios y todos aquellos instrumentos al servicio del dinero y sus dueños han causado esta crisis. Después de causarla ellos, quienes la estamos pagando somos los trabajadores, es decir, los no amos del dinero.
Me resulta incomprensible, doloroso y, a veces, ultrajante, que todos aquellos que somos trabajadores, la inmensísima mayoría de la sociedad, justifiquen a los que roban y se unan a ellos. Solo se me ocurre que el quid está en que ellos querrían dejar de ser esclavos para pasar a ser amos de otros esclavos.
La huelga general no es un mal menor, un brindis al sol, una frivolidad: es lo poco que nos queda para no sumirnos en un detritus social que, a pesar de todo, es modificable.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Jesus Christ Superstar 1973 What's The Buzz Strange Thing Mystifying

Jesus Christ Superstar versus Dionisos (p) (versus=hacia)

De niño me sabía todas las canciones en inglés y en español e imitaba aquellos gritos imposibles de Jesús y las dulces palabras de María Magdalena. Lo cantaba todo y creía entender esa historia de abandonos y pasiones contenidas. La dejé en mi olvido y la situé en el cajón de pecados de juventud. Pensaba que en el fondo no era más que un salto mortal con la red situada al amparo de un cristianismo más o menos modernizado.
Ayer, un domingo de películas, vapores, desconfianzas en el amor y en el sexo volví a verla, treinta años después. No retenía casi ninguna imagen, aunque las canciones fluían en el recuerdo con bastante exactitud. Se me mezclaban las canciones en español e inglés y empezaba a entender la fascinación que tuve.
Pero me encontré con un mundo diferente, una película gay con un homoerotismo latente y patente. Vi a un Judas negro enamorado de Jesucristo, a María Magdalena llorando por renunciar a un amor impuro, un vestuario dispuesto a entrar en un cuarto oscuro o glory holes. Oí a Jesucristo demandando presente, placer, bienestar; desconfiando del futuro como Horacio, llorando por su vida terrena y despreciando la divinidad. Recordé lo que sentía de niño y no entendía, lo que suponía experimentar un amor sucio, la demanda imposible, la crueldad del padre que te lleva a la muerte en cada negación. Y me acordé también de Dionisos y todos los vapores me hacían ver a aquel Superstar como un mito del amor, del amor sexual reprimido por la burda tradición. Imaginé a Baco danzando desnudo con un Cristo semidesnudo solo para mí. Y canté con Herodes por la frivolidad y con Pilatos por ese sexo desperdiciado.
El mito se construyó perfecto, sensual y lascivo.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Envolturas y desvolturas

El cliente acudía al intercambio seguro y tranquilo. Solo había ilusión y una pequeña inquietud desbordada por la realidad. No distinguía ya a su antiguo amante, aquel que pobló de verdades anales su amor. No sabía casi qué quería, un amor burgués sin complicaciones, un compañero intenso de piso que colmara sus soledades humanas o una pasión anticuada que le dijera que la decrepitud era solo un vuelo nocturno.
Pero el ceremonial añejo se repitió: celos innecesarios, cariños desviados y una sensación de no pertenecer a ningún mundo. Músculos novedosos, sonrisas atípicas y la escondida lanza de su triunfo trigémino. Se despidieron como tantas veces con la promesa vacía de algo más, con las palabras cruzadas para solo uno, con la esperanza de un ritual menos dañino para su espeso corazón.
Volvió tuneado de alcohol y vapores, ávido de sexo compensatorio y revanchista, con un sueño hipnótico de reparaciones infantiles. Animó su tarde con las piedras recién compradas en un mercado sin transición. Había podido organizar su vida con la apariencia de orden difuso que solo da el caos. Pensó en acariciar una tarde de miembros olvidados y enhiestos y eligió la vía de la ternura comprada.
Sonó el teclado a acercamiento disparatado. Se desvivió por añadir una secuela más a su afán de novedades y extravagancias gastadas y jugó al amor desigual. Por un momento creyó en la pausa salvadora, en las palabras corregidas de un acento sonoro y funcional. El cliente creyó adivinar en sus pectorales promesas de una vida entre interrogantes y construyó otro Edipo que investiga su destrucción.
El dolor de la pérdida volvió; el dolor de un pasado sin remisión, de andar a tumbos sin saber elegir, de cruces de cromosomas distinguidos. Leyó sus palabras como un evohé cristiano y sentenció que no dañar era peor que no vivir. Recolectó todos los gestos que le daban un último impulso y lleno de ira empática abrazó una foto sin imagen profética.
El cliente susurró que era la última vez que abría el frasco diminuto y desvistió su cuerpo y su alma podrida para aquel que nunca querría salvarla.

viernes, 3 de septiembre de 2010

La soledad del individuo realista

La Religión, la Nación, la Patria, el Estado nunca buscan respuestas: solo sumisión, diferencia y destrucción.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Inmortal, siempre heroica y leal... (p)

Ciudad poco dada a paseos y bulevares, de parques grandes no hechos para pisar, que gusta de la imposición, de la modernidad supuesta, del oscurantismo africano; ciudad paleta, provinciana, sin aspiraciones, dotada del síndrome Dorian Gray pero sin altura intelectual. Ciudad que solo podrá ser salvada por los bárbaros si estos no son seducidos por los cantos de sirena.