jueves, 25 de noviembre de 2010

Únax (tarde de cine) (p)

Teníamos los dos veinte años. Él llevaba jersey de lana azul y era abertzale. Era delgado, duro en sus escasas carnes y unas manos acogedoras sin complejos. Me contó en el taxi a casa sus manifestaciones contra la policía, los cócteles. Su voz era dulce, masculina, de esas que invitan a escuchar y a hablar cuando una sonrisa acompaña. Era de madrugada y nos habíamos conocido media hora antes muy borrachos.
Llegamos al portal, de allí al garaje y entre cuartos trasteros gocé de su cuerpo, de su sonrisa, de su miembro. Descubrí su torso modelado y su culo enhiesto. Y me enamoré. Compartí por un instante clandestinidad, encierro. Fanteseé con carreras que acaban casi a golpes, con alcohol, con cuartos prestados.
Pero no le pedí el número, ni la dirección. No pude decir quiero verte mañana. Solo subí feliz a mi casa, sin sentirme culpable por amar por primera vez.
Nunca más volví a verlo. Sé que deseé encontrarlo en cualquiera otra noche de borrachera. Y sé que veinte años después todavía recuerdo el azul de su jersey.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

He estado pensando... Este recuerdo es mejor pq... acabaste por inventarte a tu Unax... A lo mejor el verdadero no era tan guay ;-)
Oscar

Ocala dijo...

Lo verdadero siempre es peor... La malo es que los recuerdos no sirven para el presente, inlcuidos todos los Únax del mundo...

Anónimo dijo...

Yo creo q el presente siempre es mejor.
Oscar