domingo, 23 de enero de 2011

La boda de Ítalo (p)

Ítalo se casó. El cliente estaba invitado a la boda. No fue: demasiadas farsas, demasiados coqueteos con el absurdo, con la virtualidad, con el no ser. La cita fue tranquila. Le contó la alegría por los preparativos y esa parte de su secreto que el cliente intuía. Su rostro reflejaba su estado de ánimo, pletórico, y los dos reían por esos aires de boda hetero que le exigía su novio.
Al cliente se le esponjó el corazón, vio por primera vez esa distancia que los separaba y que los unía. Lloró de alegría en su interior cuando esos labios relataban los papeles por fin ansiados, el viaje a su país con su nueva casa, casi acabada y habitada por su abuela. Su cara era más joven.
Brindaron por sus papeles, por sus sueños, y el cliente sintió su edad, su necesidad de cuidar. Deseó solo tener ese cuerpo y poder sentirse digno de él. Tuvieron sexo, intenso, explícito, de bocas que solo desean el miembro del otro, de bocas que hacen jadear como orgamos. Los dos se corrieron como lo hacen los enamorados. Los dos fueron felices por un instante. Y los dos se arreglaron deprisa, inquietos, felices como lo hacen los infieles.
El cliente añadió más dinero al regalo de boda. Se abrazaron como familiares incestuosos. No se besaron en la boca, casi nunca lo habían hecho. El cliente vio el brillo de sus ojos, la lágrimas reprimidas. Le deseó verdadera felicidad, próspera individualidad. Dijo sí a un banquete a dos, en su casa.
Todo fue otra vez armoniosa locura, delirios de realidad.

lunes, 17 de enero de 2011

Cómo hablar

... Y el zorro quiso huir adonde nadie le raspara el corazón.

Y el verbo nunca se hizo carne... (p)

sábado, 15 de enero de 2011

Plan B (p)

Aquí hay mucha niebla. No sé si hace mucho frío. No he salido a la calle ni creo que salga. Por mi calle pasa poca gente. Es interior, hay unos cuantos árboles y una plaza pequeña y fea. No es una calle de paso. Aquí vi mi primer muerto, un niño ahogado. Ahora solo escribo en el ordenador y miro por la ventana. Querría un jardín dorado y verlo soriendo, pero solo pasa gente que va al supermercado, poca, es la hora de la siesta. Podría ir a no sé dónde o salir a pasear para ver caras desgastadas, pero fumo vapores y recuerdos. Los nombres no envenenan los sueños, los unen. Me gustaría soñar a dos, como se puede dormir a dos, aunque al final nunca duermas con nadie, solo al lado de alguien, encima, debajo... Algún día caminaré despacio y ya no habrá planes b, no habrá canciones, series, películas, diálogos, guiones por hacer. Pero ahora tengo la botella de agua al lado, la bebo.
Son las cinco de la tarde y suena President, pequeña ópera trágica de ambigüedades y gestos. Me gustaría que solo importaran los gestos, pero sonrío, es inevitable.
Iré a Copenhagen, donde nunca se encuentra la soledad...

jueves, 13 de enero de 2011

Noemí

En los tiempos de la primera transición oía a menudo la apelación a la mano dura: los españoles no éramos capaces de ser en libertad. Pensaba en mi ingenuidad infantil que si la mayoría quería la democracia, ya no había ningún problema. Después aprendí que en sociedad siempre hay alguien que con su libertad aplasta la de otros.
En esa mirada infantil me impactaban los versos de una canción: "pero yo solo he visto gente muy obediente hasta en la cama, gente que tan solo pide vivir su vida, sin más mentiras, y en paz". Los gurus de la oscuridad anunciaban las sietes plagas con una sonrisa de superioridad macabra. Cuando oigo a muchos profesores, padres y demás adultos carentes de memoria propia hablar de las cachorros humanos, siento esa misma sensación.
Noemí tenía dieciséis años, era morena y todos los fracasos escolares posibles. Los informes la calificaban de habladora, nada interasada en los estudios y perturbadora del orden de la clase. Tenía una risa estridente que estallaba por cualquier motivo, se preocupaba de su pelo y arreglo con dedicación. Un día se acercó con su sonrisa habitual, aunque algo más fuera de sí, pidiendo un psicólogo. Lo pedía como quien pide un caramelo o un regalo barato. Después, ya fuera de la clase, me habló de su familia, de los maltratos, del miedo a su padre que portaba pistola, de una separación que podía anunciar muerte, del pánico a vivir. Lloró. Nunca había hablado con nadie. Nadie sabía su historia. La acompañé al psicólogo. Estaba nerviosa pero agradecida.
Dos años después, me saludó por la calle otra vez, con su sonrisa franca y su pelo teñido de rubio. Estudiaba peluquería y su expadre estaba muy lejos, en otra ciudad. Todo marchaba bien. Me dijo que había estado en el insituto y que había preguntado por mí. Me dijo que seguía igual de guapo. Nos despedimos con alegría verdadera. Hoy la he vuelto a ver y su sonrisa sigue tranquila.

miércoles, 12 de enero de 2011

Desagravio de amor


"Solo es posible agachar la cabeza y decidir, decidir ser y querer y cerrar los ojos a tu esencia"

Se olvidan los sufrimientos del desamor, de los miedos ante la debilidad, de la idea de que la vida es ridícula y sin sentido. Te acostumbras a ser otra vez solo, te aseguras en las pequeñas cosas que hacen tu vida igual o diferente. Y deseas la rutina, la rutina de los animales, fuera de toda emoción salvaje, de toda pasión descontrolada. Te prometes que la próxima vez sabrás vivir mejor, sabrás controlar tus impulsos, sabrás dejar atrás las penas negras que solo pertenecen a ti mismo.
Me gustaría borrar las últimas horas, las últimas palabras, los últimos ojos tristes que se contagian. Me gustaría sospechar que es difícil vivir en las inseguridades, que las culpas están en los hados o en la sociedad. Sería sencillo buscar culpables pero imposible encontrarlos.
Ahora camino con seguridad, la seguridad del que solo quiere seguir, del que aspira a todo con las manos de la inocencia.

domingo, 9 de enero de 2011

Al cerrar la cremallera de la mochila (p)

In my place...

...y aquella noche el profesor se acostó con ganas de soñar y amar.

viernes, 7 de enero de 2011

Geocaching real...

No hay nada como dejarse llevar si hay alguien que quiere tirar de ti.