jueves, 13 de enero de 2011

Noemí

En los tiempos de la primera transición oía a menudo la apelación a la mano dura: los españoles no éramos capaces de ser en libertad. Pensaba en mi ingenuidad infantil que si la mayoría quería la democracia, ya no había ningún problema. Después aprendí que en sociedad siempre hay alguien que con su libertad aplasta la de otros.
En esa mirada infantil me impactaban los versos de una canción: "pero yo solo he visto gente muy obediente hasta en la cama, gente que tan solo pide vivir su vida, sin más mentiras, y en paz". Los gurus de la oscuridad anunciaban las sietes plagas con una sonrisa de superioridad macabra. Cuando oigo a muchos profesores, padres y demás adultos carentes de memoria propia hablar de las cachorros humanos, siento esa misma sensación.
Noemí tenía dieciséis años, era morena y todos los fracasos escolares posibles. Los informes la calificaban de habladora, nada interasada en los estudios y perturbadora del orden de la clase. Tenía una risa estridente que estallaba por cualquier motivo, se preocupaba de su pelo y arreglo con dedicación. Un día se acercó con su sonrisa habitual, aunque algo más fuera de sí, pidiendo un psicólogo. Lo pedía como quien pide un caramelo o un regalo barato. Después, ya fuera de la clase, me habló de su familia, de los maltratos, del miedo a su padre que portaba pistola, de una separación que podía anunciar muerte, del pánico a vivir. Lloró. Nunca había hablado con nadie. Nadie sabía su historia. La acompañé al psicólogo. Estaba nerviosa pero agradecida.
Dos años después, me saludó por la calle otra vez, con su sonrisa franca y su pelo teñido de rubio. Estudiaba peluquería y su expadre estaba muy lejos, en otra ciudad. Todo marchaba bien. Me dijo que había estado en el insituto y que había preguntado por mí. Me dijo que seguía igual de guapo. Nos despedimos con alegría verdadera. Hoy la he vuelto a ver y su sonrisa sigue tranquila.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Guau.
Yo creo q Noemi se merece tener un beso diez en muchos momentos de su vida.
;-)
Oscar

Ocala dijo...

Sí, se lo merece y creo que algún día los tendrá...