martes, 30 de septiembre de 2008

Cuánta soledad tengo de ti, tierra mía aquí y allí... (p)

Por eso triunfan los nacionalismos y las religiones, por la soledad. Cuando solo crees en las personas y poco más, cuando estas ya no están, la soledad se hace difícil de reivindicar. Cuando vuelven las punzadas, olvidadas, no previstas, cuando aparece en un teléfono, en el messenger y no puedes rezar, ni cantar gol, ni amar a la patria, cuando solo te embelesa el culo de Nadal, entonces viene la soledad, pletórica, mortífera, sanguinaria.
Sigo una conversación, escribo, fumo, veo la tele a la vez y cada parte tiene su mundo, su contenido, su diálogo en soledad. La televisión pierde, no en horas (ella es la ganadora), sino en cierto tapiz al que se le hace poco caso. Pero después no hay nada, ni su brazo fuerte pelirrojo, ni su culo intenso, ni su sonrisa que lo valía todo.
Cuando ya no hay emociones primeras, ni propias ni ajenas; cuando ya no sabes qué forma de amar te gusta, entonces solo hay eso, soledad.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Cultura de chat (p)

Pensaba que solo los que quieren follar dan plantones. El récord de los sufridos por mí han sido cinco en una tarde. Entiendo a los que se pajean con tus fotos y con tu cam (en el fondo el exhibicionismo también lo disfruto yo), a los que tienen largas conversaciones sobre prácticas amatorias para luego no llegar a nada. Pero a los que te piden dirección, teléfono, casi dni y declaración de la renta para luego cortarte la erección, las ganas y el porro, los mataría sin remisión.
Entiendo casi todo, pero no los malos usos donde no te juegas nada, hacerle esperar a alguien si sabes que no vas a ir y no tienes necesidad, porque el juego ya lo has conseguido. Quizá el nuevo uso completamente libertario es establecer la virtualidad total, el derecho a que nunca se sepa la verdad. Un código que consagra la ausencia de reglas y a las que por lo tanto tampoco estás sometido; ni siquiera a las tuyas. A pesar de todo, me parece inmoral, sobre todo por la costumbre de la máxima libertad basada en el pacto.
Y todo esto por un platón y medio para alquilar un piso que no es mío. Pensaba también que esto era más serio, que la categoría de sexo para ellos significaba sucio. Quizá un poco más, quizá les parece sucia la vida y digna de ser agredida. O quizá mi afición a las normas (solo mías, para mí) les parece nefando.

sábado, 6 de septiembre de 2008

San Carlos de la Rápita. 5 de septiembre de 2008 (p)


Me acabo de cruzar con unos ¿árabes, magrebíes, musulmanes? en el ascensor. Eran dos hombres (ninguno respondía al mito erótico personal) y esperaban a sus mujeres y su prole. El joven tenía cierto morbo solo por su edad y piel. Me han dicho con abierta sonrisa y amabilidad si subía en el ascensor y les he contestado con una sonrisa más amplia si cabe que todos no cabíamos.

Enseguida me ha entrado la duda de si habrán pensado que no iba con ellos por racismo, aunque creo que el turista, pese a la mala fama que tiene en círculos intelectuales, es la solución para los males de los enfermos de patria. No he percibido miradas de desprecio ni desconfianza generada por una presunción racista o xenófoba. Simplemente había cortesía, por su parte y por la mía. Qué más hubiera querido que entrar en aquel ascensor lleno a rebosar y pegarme contra el cuerpo del adolescente.

Ahora solo espero que el galante joven sepa comerla bien, que sea por fin una historia con añadidos: el ruido del mar, que venga a mi habitación del hotel donde lo espero desnudo, que tenga la boca caliente. Efectos de los psicotrópicos, benditos ellos y la moderación.

Bendito: “lo bien dicho”, sin religión (“re-ligare”: unir constantemente, sin remisión, al estilo de la mitología clásica, hígados devorados por toda la eternidad). Bendito porro.

En otra habitación la adolescente malgasta el tiempo, lo ensucia más bien y no lo sabe. Yo lo malgasto a medias: estoy escribiendo cuando el mar está bravío, pecado de estupidez. Pero así es la decisión y el placer, y el proyecto: escribir, fumar, sol, playa desierta.

No lo malgasto, aprendo. Aprender lo desaprendido: recuperar la joven que sí leía, que escribía, tenía inquietudes (let’s talk about when we were kids and we thought there was nothing we couldn’t achieve. Then years passed by and blindness arrives. Now we need something else to believe…). No necesito nada más en lo que creer sino sentir lo que sentía ahora ya que soy el que quiero ser. Construirse, quizá.

Entre los turistas, el otro casi siempre se ve como una oportunidad, no como una amenaza. Se crea el campo del placer compartido, donde los dos son diferentes y no pasa nada. Solo existe escuchar el mar y ponerse cachondo, como estoy haciendo. Solo queda desear que eso se prolongue para siempre, y que todos los días puedas encontrar a alguien a quien amar o follar, o eliminar por unos días las caras de siempre en el reino que no existe pero que reconforta.

viernes, 5 de septiembre de 2008

27 agosto 2008, Sitges. Botellón nosturno

Al menos he tomado las riendas. Sí las de desear ser deseado: el momento, el cuándo y el cómo. No ha sido compulsivo, solo la ley de la oferta y la demanda. He tenido una llamada y muchas ganas de amar. No sé cómo he llegado hasta aquí. Cómo puedo todavía seguir enamorado de él, desearlo poco y ver en sus intentos de conquista un halago para mi relación. No sufro cuando quiere amar. Me basta con lo que me da y no sé muy bien si todo se irá cuando ya no quede verano. Ha sido sexo malo, sin gracia, con mucha promesa y poca efectividad. Ha sido como el cine francés, carente de profundidad aunque te la metan por el culo hasta el fondo. Me muero en una semana, mira qué contrariedad.

No sé si experimento cambios o estoy cambiando a pequeños tragos. No sé si experimento o me acomodo a la nueva situación. Creo que es verdad, que es parte de una pequeña nueva vida que solo ha de discurrir por el placer, placer último como la muerte. Necesito controlar la desmesura para darle su verdadera dimensión. Quiero poder tener puntos de placer puros, no contaminados con ansiedades y dependencias, búsquedas de afirmación ajena y siempre la puta sensación de que el tiempo se pasa y que siempre llegas a deshora.

Quiero enamorarme de cien Albertos y Pablos, recorrer las islas en busca de Ítacas inexistentes, jugar al papel que nadie sepa y todos aprueben. Y luego volver. Volver a aprender lo desaprendido, intentar solo caminar, buscar y buscar.

Cómo me impactaba de niño (los niños en realidad nunca existieron) la búsqueda de uno mismo. No entendía nada y sobre todo no sabía qué se hacía. Normalmente se viajaba, lejos, a veces sin rumbo. Pero aparecía una carretera, un lugar, un barranco. No se hacía nada. Otras se visitaba a alguien, se reencontraban y había silencios y parecía que algo había cambiado. No sabía nunca muy bien qué pasaba, pero aquello parecía importante. Cuántas veces he jugado sin saber: hacer es decidir hacer, casi solo valen los hechos.

Qué más da si alguien habla de nosotros cuando hayamos muerto