viernes, 5 de septiembre de 2008

27 agosto 2008, Sitges. Botellón nosturno

Al menos he tomado las riendas. Sí las de desear ser deseado: el momento, el cuándo y el cómo. No ha sido compulsivo, solo la ley de la oferta y la demanda. He tenido una llamada y muchas ganas de amar. No sé cómo he llegado hasta aquí. Cómo puedo todavía seguir enamorado de él, desearlo poco y ver en sus intentos de conquista un halago para mi relación. No sufro cuando quiere amar. Me basta con lo que me da y no sé muy bien si todo se irá cuando ya no quede verano. Ha sido sexo malo, sin gracia, con mucha promesa y poca efectividad. Ha sido como el cine francés, carente de profundidad aunque te la metan por el culo hasta el fondo. Me muero en una semana, mira qué contrariedad.

No sé si experimento cambios o estoy cambiando a pequeños tragos. No sé si experimento o me acomodo a la nueva situación. Creo que es verdad, que es parte de una pequeña nueva vida que solo ha de discurrir por el placer, placer último como la muerte. Necesito controlar la desmesura para darle su verdadera dimensión. Quiero poder tener puntos de placer puros, no contaminados con ansiedades y dependencias, búsquedas de afirmación ajena y siempre la puta sensación de que el tiempo se pasa y que siempre llegas a deshora.

Quiero enamorarme de cien Albertos y Pablos, recorrer las islas en busca de Ítacas inexistentes, jugar al papel que nadie sepa y todos aprueben. Y luego volver. Volver a aprender lo desaprendido, intentar solo caminar, buscar y buscar.

Cómo me impactaba de niño (los niños en realidad nunca existieron) la búsqueda de uno mismo. No entendía nada y sobre todo no sabía qué se hacía. Normalmente se viajaba, lejos, a veces sin rumbo. Pero aparecía una carretera, un lugar, un barranco. No se hacía nada. Otras se visitaba a alguien, se reencontraban y había silencios y parecía que algo había cambiado. No sabía nunca muy bien qué pasaba, pero aquello parecía importante. Cuántas veces he jugado sin saber: hacer es decidir hacer, casi solo valen los hechos.

Qué más da si alguien habla de nosotros cuando hayamos muerto

No hay comentarios: