viernes, 22 de agosto de 2008

La ciudad de la conciencia de la muerte (mp)

Decía Séneca: los viajes no curan los males del alma. Los apaciguan, los retrasan y sitúan la muerte solo en un pequeño precipicio. De fondo la tele vomita corazones ridiculizados, esencias de otro que ya no es. Con el resto es lo mismo. Se quiere otra vida, decía un trovador. Sé lo que quiero y quizá no sé cómo conseguirlo. Quizá necesito demasiado tiempo para darme oportunidades y solo tengo una vida. Viaje terapéutico, amoroso, entre la construcción de la amistad y el deseo compartido de un nuevo bien. Quiero ahora ser críptico. Abrazarme y mostrarme pero solo disfrutar yo. Construyo juegos de palabras poco hilvanados y no me importa. No quiero negarlo, ni presumir sino disfrutar de un monólogo que solo tiene un destinatario. El porro se va consumiendo y mi gato al fondo destila por fin casi normalidad. Muchacho involuntario maúlla siempre de soledad y ternura. Lo quiero y lo necesito. Lo he echado de menos durante el viaje y eso es hermoso.
He amado en la distancia y he sentido esa cabellera vital como regalo inesperado, contundencia en el cariño. Los cuerpos han sido solo regalos de revista en movimiento. Vivir sin movimientos de ceja trascendentes. Emborracharse con palabras que seducen, hacerse siempre un poco más pequeño. Y construir, construir intentando que nada importe.

"Fui testigo de la unión contranatura, del guerrero y su caballo entrelazándose en un abrazo eterno que la muerte sella, de la tumba en que animal y hombre fijaran su pacto indestructible: ser juntos para siempre, bestia única, múltiple y hermosa, máquina infernal que el tiempo apenas roza." Padova, agosto de 2008.

Vuelvo al gaydar, al bakala. K horror cuando existen las playas donde nunca pasa nada!

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