miércoles, 6 de agosto de 2008

Languidez sexual (p)

Leía lo que escribí ayer y, efectivamente, tenía, no sé si pretensiones, pero sí cierto tufo. Parecía no querer decir o decir mucho o no decir nada. Pero quizá la única verdad sea que todo esto nació del sexo y del miedo a perderlo. Se acaba de marchar unos de esos jóvenes de mi casa. Sexo fugaz, malo, en cualquier otro momento morboso, de los que no se quiere repetir. Ha llegado sin avisar, caliente (subo las persianas del comedor para ver y que me vean), sin tiempo y con una juventud miedosa y desviada. Podría ser un efebo, un muchacho de cara languida que derrite a los maduros, podría explotar su cuerpo, pero insiste en ocultarse, insiste en carecer de chispa, carisma. Se arrepentirá o pasará ser uno más de esos dependientes que sorprenden porque están fuera de sitio, vulgares pero con apariencia de libreros.
No sé qué quería contar. No sé muy bien si he gozado con el sexo. Empieza a cansarme este baile de cuerpos muchas veces no deseados ni deseables. Me agota solo vibrar cuando tienen que llegar y cuando ya desnudos nada importa. Y sin embargo he decidido consagrar buena parte de mi vida al sexo por el sexo. Son los cuerpos y abrazar. Nunca es una masturbación con persona. Y cuando te llegas a enamorar de sexo, no necesitas la cultura, la sociedad, las máscaras, solo apretar más fuerte y sentir por un instante que esos miembros duros solo sirvieron para juntarte al otro.
Se ha marchado. Ha pedido una próxima vez fantasiosa. Ni siquiera entonces ha sido dramático. Lo borraré del messenger. No ha avisado antes de venir.

No hay comentarios: