lunes, 22 de septiembre de 2008

Cultura de chat (p)

Pensaba que solo los que quieren follar dan plantones. El récord de los sufridos por mí han sido cinco en una tarde. Entiendo a los que se pajean con tus fotos y con tu cam (en el fondo el exhibicionismo también lo disfruto yo), a los que tienen largas conversaciones sobre prácticas amatorias para luego no llegar a nada. Pero a los que te piden dirección, teléfono, casi dni y declaración de la renta para luego cortarte la erección, las ganas y el porro, los mataría sin remisión.
Entiendo casi todo, pero no los malos usos donde no te juegas nada, hacerle esperar a alguien si sabes que no vas a ir y no tienes necesidad, porque el juego ya lo has conseguido. Quizá el nuevo uso completamente libertario es establecer la virtualidad total, el derecho a que nunca se sepa la verdad. Un código que consagra la ausencia de reglas y a las que por lo tanto tampoco estás sometido; ni siquiera a las tuyas. A pesar de todo, me parece inmoral, sobre todo por la costumbre de la máxima libertad basada en el pacto.
Y todo esto por un platón y medio para alquilar un piso que no es mío. Pensaba también que esto era más serio, que la categoría de sexo para ellos significaba sucio. Quizá un poco más, quizá les parece sucia la vida y digna de ser agredida. O quizá mi afición a las normas (solo mías, para mí) les parece nefando.

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