miércoles, 11 de febrero de 2009

Lloro una vez al mes...

No sé cuándo ni cómo se produce el click, ni cómo se acaba el deseo, el amor. No sé por qué esta tarde tenía ganas de llorar con una noticia sobre el sida cuando hace tiempo que no lo hacía. Solo sé que, como decía la canción, lloro una vez al mes, sobre todo cuando hay frío.
Ya no vibro con las canciones de amor, me son ajenas. Mi vida es casi una partida jugada por otro: estabilidad, tranquilidad, aparente felicidad, ningún sobresalto, rutina deseada rota con pequeños esfuerzos. Y a esa mujer que me miraba con ojos de ternura en el café le hubiera dado un beso solo por entender. Quizá su mirada era solo casual, pero me ha parecido que entendía lo que yo no alcanzo.
No sé ya casi por qué empecé este blog ni quiero mirarlo. Solo quiero escribir, aunque sea de por qué lloro una vez al mes. Suelo sonreír, hacer la vida agradable al otro. Me suelen utilizar, pero o no me doy cuenta o casi no me hacen daño. No entiendo la maldad sin excusa y la con excusa no me atrapa nunca.
Esto se va, me gusta, empieza a hacer efecto el bendito. La semana pasada follé varias veces con resultados mediocres. Mis compañeros de cama que eran mi lujuria pasaban a ser sosos acompañantes o egoístas sin pudor. Pero no estoy triste por ellos
No entiendo la vida sin actuación. Persona (máscara en latín) es la etimología que acude a mi mente sobreestimulada. Para qué decir la verdad sin necesidad. Para qué dañar al otro si a nadie beneficia. Por qué proponer un trío cuando se la estás comiendo y no está dura de placer y ni siquiera te folla por compasión.
Quizá sí estoy triste por ellos. Me cuesta muchísimo cambiar de actividad, incluso dejar a amantes que solo cumplen la función de mantenimiento sexual. Esa gran verdad la descubrí con y por Javi. Me acuerdo mucho de él y hasta eso sin dolor, sin que me conmueva aunque sepa que sigo enamorado.
Miento, falla la memoria. Somos solo pequeños momentos que tenemos que tejer y que no siempre hacemos con éxito. La sintaxis asalta, déjala en paz. Me conmoví y lloré con una canción. Siempre parece que las emociones actuales están desgastadas con respecto a las pasadas.
Kuro llama a su cena, que es la mía. No tengo hambre. Se agacha encogido, se va, vuelve, maúlla diverso, intenta boicotear el ordenador y coge su arma secreta: jugar delante de mí. Es la última que tiene antes de abandonar.
Me voy a cenar. Kuro es feliz mientras espera su regalo, quiere su ritual conmigo.

No hay comentarios: