jueves, 5 de noviembre de 2009

Congresos (p)

"Fantaseo muchas veces. Me escribo guiones de verdades que nunca pasan, que reconfortan y que hacen posible y deseable la realidad. Soñaba hace poco con una clase en las que todos pudieran airear sus miserias, sus orgullos, sus logros, sus miedos y no sintieran la necesidad de huir"

Olisquean, se acercan, enseñan suave las uñas, se calman, advierten el no peligro. Se aleja el miedo a tener que ser otro, a tener que aparentar la firmeza de algo. A veces retozan y otras te tocan con excitación. Comienzan con el ritual de acercamiento, de saberte inocente, de poder controlar el impulso de la huida. Buscan que los toques, que seas su igual, que te dejes llevar por sus emociones de las primeras veces.
Y solo cuando sienten que eres su animal, escuchan. Es fascinante ver a un cachorro humano sintiendo tus palabras, ser ambrosía para sus oídos. Por un instante, todo es sencillo, llevadero, gratificante. La catarsis es real y se siente eterna.
Luego vienen los fracasos, las huidas, las miserias de la vida que no es burbuja. Pero queda la impresión humana de haber unido animalidad domesticada y cultura real.

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