viernes, 13 de noviembre de 2009

Suum cuique

Los ánimos, las esperanzas diversas, las luchas de poder sentimental hacen de la aspiración por la libertad casi un juego de palabras. Cada uno espera lo que espera y pide lo que pide y el juego del yo y el tú se sitúa demasiadas veces bajo las botas de una exigencia macabra y desigual. El yo se hace redondo, inmenso, casi totalizador y sitúa al tú como responsable único de sus desgracias.
Uno busca, desea, actúa. Uno enseña y otro aprende. Oigo voces que nadan en la autocomplacencia. Tanto el ignorante como el sabio describen su desgracia como producto del otro. Pocos parecen asumir la náusea o el placer de la libertad. Todos encuentran su solaz en la podredumbre ajena, en la irresponsabilidad distinguida. Veo a profesores nefandos arrastrar sus miserias, ignorancias, su falta de valía por las cabezas de alguien que existe a su pesar. Observo a alumnos que deciden sumergirse en la estupidez social, en la renuncia a ser, en el baile de vencedores y vencidos.
Me gustaría describir a unos como sabios consecuentes, transmisores entusiastas de la autoconciencia y a otros como cachorros deseosos de recibir armas de libertad eternas. Pero demasiadas veces retumban los caras oscas de cien ojos en el exterior y bálsamos putrefactos en el interior.

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