miércoles, 23 de diciembre de 2009

Send in the clowns (mañanas de bienestar)

Pararía de escribir si me preguntaran qué quieres amor. Detendría la incesante búsqueda de la sabiduría si pudiera compartir esta música con tus ojos clavados en mi nuca. Dejaría de preguntar tu altura, tu peso, tus medidas si me llevaras en volandas entre tu sonrisa y la mía. No busco un retiro pero estoy cansado de excitar mis sentidos sin buscar tu mano.
No me gusta andar a tientas sabiendo que nada pasará, sabiendo que al final no te echaré de menos o que me querrás para cubrir huecos en tu tiempo. No cuelgan de mis labios lágrimas tormentosas, solo ingenuidad gastada. No vivo vidas cruzadas ni me espantan los talleres de la soledad. Resisto porque cada bocanada de tu cuerpo me persigue. Me siento enfrente de tus promesas aunque sepa que soy para ti uno más en la cuenta.
Me acostumbré a esperar y quizá ya no sepa más que decir sí a tus demandas. Querría golpearte el hombro y hacer que vuelvas a mi llamada. Mitad del tiempo, mitad de la vida, mitad de la carrera de los honores. Miro siempre al otro lado, despejo los sueños cotidianos y solo aspiro a la perfección. No acumulo esperanzas torcidas. Solo espero las palabras de verdad que quiero oír a tu lado.

martes, 15 de diciembre de 2009

Ítalo (p)

Vienen de sus países a las tierras opulentas con los oídos abiertos y las manos llenas de fuerzas. Nos ofrecen sus cuerpos y sus ganas de ser algo mejor, pero pronto aprenden que la nación y sus garras de diferencia los excluyen del selecto mercado y de la consideración. Prostituyen sus músculos y sus ideas, negocian con nuestro miserable desprecio y olvidan que algún día fueron otra cosa.
Ítalo quiere clases de español. Ya conocía su cuerpo. Llegamos a un acuerdo, tenía ganas de "por fin hablar y escribir bien español". Recordaba a mis alumnos de la mañana, los legales blanquitos. No querían saber el significado de las palabras. Les daba igual si libertad no es callar ante los gritos de la autoridad.
Pocos podrían regalar su cuerpo a cambio de dinero como Ítalo. Pero son capaces de entregar su mente.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Optimista a mi pesar

Hoy he vuelto a coger mi coche que dejé aparcado en zona no apropiada según los xenófobos. Estaba, lo dejé, abierto. Cuando he entrado faltaba el equipo de música y una portezuela estaba abierta. Ya estaba pensando en cuánto me había costado el viaje por mi despiste y qué nueva chuchería tecnológica y bonita compraría para compensar, cuando he visto que el equipo estaba en el suelo escondido y que la portezuela solo fue abierta para intentar meterlo. Alguien vio el coche abierto, se fijó en el radiocasete extraíble y decidió que debía cuidarme.
Hice bien en dar un euro a aquel rumano que solo hizo gestos para que aparcara en una plaza libre para cualquiera y en tomarme un café en aquel bar de dominicanos libre de tabaco. Gané la visión de unos pectorales jóvenes y contundentes y reforcé mi sentimiento de apátrida bondadoso.

Egos demasiado conscientes

Me inculcaron demasiado el respeto al otro, la mirada obsesiva de lo que deseaba y prefería. Imagino que es difícil encontrar el equilibrio, pero siento demasiadas veces ser un guiñapo sin gustos ni capacidad de afirmación. Me sorprende que el egoísta use su apisonadora sin atisbo de compasión, que todo sea un juego de fuerzas donde las reglas cambian al antojo de otros y que la protesta comedida cause admiración e incluso indignación.
Pensaba en lo sencillo de las relaciones humanas basadas en la inocencia, en la igualdad, en la asunción de pactos solo de dos. Pero todo se corrompe cuando la capacidad de cosificación es grandiosa, cuando alguien se cree más eterno que los demás, más sublime.
No me quedan otros caminos que los del aislamiento. Tampoco renuncio a las miradas cálidas, aunque prefiero las marcadas por el mercantilismo.
No desdeño ni recelo con amargura, solo constato que la carga me es injusta, que no quiero ser partícipe de la desaparición de los lazos humanos de la cultura. Me siento bien en la lejanía porque la mayoría solo quiere posar sobre mí la pesada zarpa de su yo.

Yo no he sido

Quizá oigo demasiadas veces al día "yo no he sido". Los individuos silenciosos se escabullen en la falta de compromiso consigo mismos y lanzan sus palabras contra el otro que solo mira y pregunta.
Eres tú quien vota a un partido con líderes otrora fascistas, que no quiere que yo tenga todos mis derechos y que quiere un velo de santidad impuesto. Eres tú quien pertenece al club de la cruz hiriente que me llama enfermo, me odia y me desprecia. Eres tú quien pide subsidios y no justicia social. Eres tú quien lleva a sus hijos a colegios religiosos siendo ateo. Eres tú quien me juró amor eterno y ahora se marcha. Eres tú quien me enseñó su foto de cuerpo esculpido y se presenta con la grasa rebosante. Eres tú quien me asedia con su locuacidad sin darme espacio para mis silencios. Eres tú quien incumplió sus promesas. Eres tú quien sonríe ante los gritos de nenaza a un niño que no quiere ser macho atávico. Eres tú quien se enfunda en su trapo colorista y me degrada en humanidad. Eres tú quien manda a sus féminas a fregar mientras agarra el puro enhiesto de autocomplacencia. Eres tú quien lee, ve o escucha a neofascistas recauchutados.
No soy puro y me revuelco en contradicciones, pero en las mías. Solo espero que no me cuelgues las tuyas y pretendas que permanezca impasible ante tu putrefacción.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

1 de diciembre

Todos los unos de diciembre hago un auténtico rally sorteando las noticias que van más allá del hoy se conmemora el día del sida. En muchas hay esperanza, drama y catarsis colectiva en partes iguales, pero todas consiguen arruinarme el día. Ese día me recuerdan mi muerte crónica, mis silencios, voluntarios o no, mi terror cuando lo supe. Me recuerdan otra vez mi diferencia, la marginación que he sufrido, el cariño que no me ha faltado, la salud siempre impoluta y el vértigo que aceptó mi enamorado.
Comprendo la concienciación, el horror en otros lugares, la militancia necesaria y todas esas grandes declaraciones, pero consiguen que mis últimas pastillas del día sean nuevamente vitales, que me agarre al momento cuando la nave se rompe.
El uno de diciembre no es el día del sida, es el día de los que celebran no tenerlo.

P.D. emocional: el uno de diciembre solo pude olvidarme de mi virus mientras follaba.

El sentido de la vida

"Solo deseo la soledad de unos pocos"

No necesito buscarle un sentido a vivir. Sería el mismo, lo fui, si pensara en vidas ultraterrenas, en destinos de la especie o en dejar a alguien una huella de mí. Aspiro solo a momentos placenteros que se prolonguen y me aterra la pérdida de la juventud y la asunción de la decrepitud. Lloré demasiado por la muerte que ahora solo me espanta no tener un cuerpo glorioso a mi lado, una mirada donde pueda descansar. Siento vértigo ante la posibilidad de que todo lo que me produce dicha se evapore y que la suma de placeres deje el vacío en mi cuenta.
Hoy he visto el terror, quizá el odio en los ojos, cuando he puesto la pantalla de sí mismos ante los ojos de una clase. He visto surgir fantasmas de diferencia, seres que se apropiaban de la hachas de la tribu. No he sentido miedo, solo quizá sensación de fracaso. He oído la estupidez que habla de naciones, trípodes sagrados y constantes históricas.
No he podido mirar a esos a los que defendía por pudor, por ser culpable de poder y opulencia. Sé que habrán sentido mi calor y que mirarles no tenía mucho sentido cuando los dientes estaban al lado. Me duele haberles puesto a la vista que sus iguales los hacen diferentes, que los grupos solo sirven cuando se construyen uno a uno. Habrán comprendido que la sociedad es la excusa de algunos que quieren ser crueles.
Hoy me han recordado que hago bien cuando pueblo mi cama y cuerpo de penetraciones extranjeras, de embestidas extrañas que solo buscan el bienestar en el sexo del otro. Hoy me han confirmado que no formo parte de nombres eternos ni trapos pintados. Hoy han derrotado mi confianza en verlos cambiar pero me han enseñado la fortuna de la soledad.