miércoles, 17 de noviembre de 2010

The rules (family matters) (p)

En la infancia sentía el cariño o me acostumbraba a verlo o inventarlo. Pero pronto empezó la consciencia, el descubrimiento de la hipocresía, de la desigualdad en el amar. Sentía como omnipresente la necesidad de la madre, la necesidad de que yo le diera su amor. El padre era solo aquel que estaba, la referencia de algo, la figura que salía siempre en mayúsculas en la voz de cualquier niño, pero nunca sentí sus manos, los achuchones de cariño, los músculos que seguro me hubieran excitado. Pero me decían querido y yo corroboraba.
Luego, enseguida, casi al mismo tiempo llegaron las reglas, con la familia, con los vecinos, con la casa, con el colegio, con la vecindad... las reglas que me hacían estar pendiente de todos menos de mí. Había que ser perfecto, la moral se construía a golpes de apelación a la inteligencia. Las reglas te hacían ser el perfecto invitado, el perfecto alumno, el perfecto hijo, familiar, vecino... Nunca grité, pero debería haberlo hecho. Y me lo creí, pero echaba de menos la molicie compartida, la complicidad ante el error, un no pasa nada de un brazo fuerte de hombre.
Aprendí a decir que sabía lo que quería, a fingir seguridad, Personalidad. Quería que alguien me enseñara, me descubriera la debilidad, alguien con quien poder hablar de lo importante, con quien compartir sin juzgar y sin peso. No lo encontraba. Tampoco me acercaba a nadie.
Pero estaban las reglas. Ellas daban la medida, el valor. Los sentimientos quedaban escondidos y todos nos hacíamos un traje a medida, a la medida de las reglas. Todos quedábamos patéticos con nuestro vestido real y visible a todos que se ocultaba tras el abrigo de las reglas metidas a calzador.
Un borracho, un maricón fracasado, un inmaduro, una egoísta primario, una amargada. Y todos esos hemos sido gracias a las putas reglas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo, en cambio, nunca tuve reglas, ni nunca fui perfecto... Y a nadie le importaba... Quizas, por eso, un dia decidi elegir lo mismo q Renton...
¡el televisor grande q te cagas!
;-)
Oscar