sábado, 30 de diciembre de 2023

Perditum ducas III. LLegar allí

 Llegar allí era el premio a la excelencia. Luego sabes  que el viejo monstruo aristocrático era solo uno más de la fantasía del común. El elitismo es la máquina forjada para destruir las emociones distintas. A los que sitúan en la cúspide los convierten en arietes destructivos de la rebelión. Allí pertenecía al grupo de los elegidos. A los elegidos siempre los designan otros. Allí ocultaba lo de siempre. No necesitaba ser fuerte. Respondía de manera natural a lo que se me pedía, con un ligero cuestionamiento impertinente. Allí situaban en la cúspide al magnífico repetidor de bagatelas. Te auguraban el futuro brillante solo por pertenecer al nombre. Recuerdo con devoción a los que se salían a los márgenes, aquel que me enseñó a mirar cómo se movían las aguas en los círculos concéntricos, a Carmen, que nos hablaba de las ballenas, de su novela del oeste, y de los premios Planeta amañados, al sabio que me inoculó la pasión por un helenismo que no era el mío. Allí aprendí también la bondad de aquel profesor de literatura que no cumplía los estándares del macho funcional, que manejaba la ternura, la sonrisa y la blandura. Ellos me hicieron, quizá sin saberlo, el mejor regalo para el adolescente atormentado, decirme sin pompa que tenía algo que decir. Entonces lo tomé como el premio con orla que dan al niño complaciente. Ahora, que he vuelto allí, es quizá lo que me impide caer definitivamente. 

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