No entiendo esa nostalgia por la transición, esa imagen pura de que por fin los españoles pudimos ponernos de acuerdo. Muchos la aplauden o desean la vuelta a su espíritu porque todos supieron renunciar y convivir en paz. Es verdad que todos renunciaron: los unos a torturar a homosexuales, a considerar infrapersonas a sus súbditos, a pensar que todos no somos iguales, a decidir sin oír, a sumir a cada individuo en la podredumbre; los otros renunciaron a procesar a los torturadores, a la libre elección en la jefatura del estado, a pedir cuentas por atroces crímenes, a encausar a un ministro de un gobierno fascista, a construir una democracia de individuos, a escupir en la cara al que los humilló y denigró.
Fui partidario de la negociación con ETA, pero sé quiénes son los malos. Todos, menos ellos, somos víctimas del fascismo.
lunes, 22 de febrero de 2010
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