lunes, 1 de febrero de 2010

Letargos de la conciencia

"Solo aprende quien quiere saber"

Quizá la única reforma educativa pendiente y necesaria sea la del autoconocimiento y la del conocimiento de los demás. La realidad, ese conjunto de hechos que ocurren sin que podamos hacer nada, es muchas veces la gran excusa para escabullirnos de la responsabilidad humana. Confundimos los terremotos con el reparto desigual de la riqueza, la diferencia de piel con la subordinación al poderoso y una papeleta en una urna con la conversión del pan en cuerpo de divinidad.
Nos inundan con datos, saberes externos y gotas de objetividad. Apelan a una rueda inevitable de la historia, del sistema, de las relaciones humanas igual que hablan de la progresión de una enfermedad. Los vates y predicadores justifican o demonizan, pero casi ninguno sitúa en el ámbito del tú y yo la realidad universal. Parece que nadie sepa enseñarnos a vivir de un modo más placentero siendo dueños y conscientes de nuestros actos y palabras. Pocos se atreven a pararse en seco y asumir que su vida única se acabará y que los lamentos son solo un desahogo momentáneo que no suele solucionar nada.
Sé que la libertad no existe y que la concordia es una bella palabra compuesta de corazón y juntamente. Sé que mi vida y las de los demás fluyen al margen de casi todo. Pero querría que mi margen fuera exclusivo y propio, no manchado por los márgenes propios de cada uno.

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