lunes, 12 de abril de 2010

Círculos concéntricos

Veinte años de vuelta, veinte años desde que quise ser.

Las bromas macabras suelen ser así. Cuando pierdes las esperanzas, cuando casi has decidido que algo no es tu sitio, cuando te planteas huir aunque no sepas muy bien adónde, entonces surgen las palabras aladas y te dicen que ese es tu sitio. Casi te habías olvidado, habías decidido que existir es decidir y no dejarte llevar. Habías construido tu pequeño jardín provisional, fantaseado con nuevos destinos igual de disparatados que el presente y la mano que mece la cuna decide porque una vez más casi no tienes otro remedio.
Quería una seguridad, no esta. Quería una ciudad etérea donde parques amables, costas de pleno mar y amigos verdaderos se dieran la mano. Dejé de lado las eternas protestas, decidí ser entre paréntesis y comencé el baile comercial de compras y cambios.
Los veinte ya se fueron y con ellos todas sus realidades. Retorno con el doble de años y la mitad de aspiraciones. Queda la comodidad, el dinero más fácil, el ovido de la infame Augusta, el hueco de la corriente. Pero aquellos deseos ya no existen, ya no son posibles. El encuentro de la carne, la identidad y la sabiduría son otros: la carne se marchita, la identidad no existe y la sabiduría es un juego solo efectista.
Volverás a Región me advirtieron una vez. Solo queda la esperanza de volver al lugar donde no fuiste feliz o lo creíste soñar.

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