martes, 27 de abril de 2010

Requiescamus (Iast your song) (p)

Pocas cosas nos quedan ya. Quizá solo el tráfico de humos y el sexo verbal competitivo. Durante un tiempo construímos algo diferente, un amor sin relación, sin sexo, en la lejanía, una unión que no desgastaba porque no existía. Quizá solo fueron los efectos de la adicción que se prolongaron demasiado y un nunca más que podía cultivar con ambigüedad. Quizá solo para mí formó parte de mi vida cotidiana y ahora descubro en el otro lo que el otro ya sintió.
Hace unos días sentí esa palabra que me fascinó de niño, despecho. Esta vez era como imagen recurrente, como un último intento de salvar ese amor en mis tripas. Pero todo sonó a farsa desgastada, a circo en lo que no se cree. No hubo casi dolor, ni amargura, ni lamento. No había ya nuevos descubrimientos.
Durante unos instantes pude entrever la realidad, sus acciones sin mancha de mí, sus sentimientos sin mis exigencias. Entonces lloré, solo dos lágrimas al descubrir que el amor no se puede basar en lo real: el amor es una bella ficción que se nutre de lo artificial.
Olvidé el episodio y decidí mirar al padre de nalgas contundentes e imaginé mi otra infancia realizada.
Hoy vuelvo a traficar con palabras solamente. Solo surge algo después de la nada.

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