jueves, 17 de septiembre de 2009

Miralbueno (p)

Nunca he sabido explicar cómo dirigía una clase. Solo sentía que aquello iba bien. Ahora me sorprendo analizando qué hago allí, si planifico algo, qué cosas, qué gestos, qué palabras funcionan y cuándo. Me sorprende que siga sintiendo la borrachera de la atención, que no sea necesario preguntarse cómo actuar sino actuar, dejarse llevar por lo que ocurre cuando dos se quieren o quieren quererse.
Siempre había pensado que actuaba en clase. Creía que mostraba una versión mejorada y excesiva de mí. Quizá su cariño me ha enseñado que no actúo, solo siento como un animal que los quiere, que quiere seducir y que lo seduzcan, que lucha por sentir ojos de agradecimiento y pasión, que necesita oír por lo bajo qué bueno volver a verte, sentir abrazos que son sexo por fin humano y que solo quieren decir.
Me conmuevo por mí mismo como no lo hago nunca, siento placer al recordar la cara del muchacho que exhibe sus músculos y escucha con arrobo las palabras sancionadoras y, por un momento, se siente libre de todo mal, aunque sepa que volverá a caer.
Quizá solo allí puedo decir en todo momento quiero quereros.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Cierto. Nunca tanta verdad como en clase. Y aún no lo entiendo.

Ocala dijo...

Yo tampoco, aunque sí creo que tiene que ver con un pacto teatral de verdad no explícito. Es quizá la única manera de acercarse al que se construye.

Anónimo dijo...

Olé, Olé, y Olé.....!!!!!
Mil bes
L7