jueves, 4 de marzo de 2010

Fuego de campamentos (p)

Quizá siempre ha sido así: alguien se acerca, alguien sonríe y alguien decide la succión. Quizá antes no entendía que la mayoría no te quiere, que solo desea la parte de ti que puede gustar, hacer suya. Fui educado como una geisha para dar bienestar al otro, para sustituir mis deseos por las necesidades de cualquiera. Adquirí poco a poco la imagen del bello gato altivo, que sin embargo sabe que tiene dueño. Me acostumbré a no sentir casi nunca un amor desinteresado. Me colocaron en la atalaya de la objetividad y me hicieron farmakós, bálsamo, veneno al que se repudia por la culpa propia, al que se expulsa de la comunidad pero del que no se puede ni se debe prescindir.
Ayer volví a oír lo que debía sentir y desear, volví a sentirme expulsado a la escuela de la soledad.

No hay comentarios: