jueves, 29 de octubre de 2009

La noche de Gran Hermano (p)

"Prefirieron inventar dos lenguas para no tener que entenderse"

Cabalgo en hordas de deseo, en recuerdos de erecciones y nalgas atropelladas. Me asaltan las huidas, los gestos que demandan otros agujeros enhiestos, la destrucción burda del pasado y la construcción de un presente que no es nada. Repaso las palabras que unen, la mano que no llega al calor de mi sexo, los silencios preludios de semen vacío. Conquisto espacios que son burlas de bienestar y destrozo con el deseo todo intento de gritar los lazos eternos.
Agoto mis miserias en el breve tiempo de un sofá, debato enfurecido el porqué del vacío, retraso las lágrimas y busco el aullido en silencio. Desprecio las mañanas de gloria y habito ya la clausura del vencido.
No quiero disponer, inventar, ofrecer los secretos del placer gastado; solo quiero palabras que me dediquen un mañana.

lunes, 19 de octubre de 2009

Tributos renovados

A trompicones pretendí destruir su imagen y a trompicones me acostumbré a vivir sin él. No sirven de nada los escritos, las terapias, las promesas de futuro ni las búsquedas del más acá.
Renuevo los votos de su amor en cada olvido y resurjo sonriente de su ausencia en cada caída. Palpito y me desvivo en cada reconstrucción. Recolecto gestos, palabras, movimientos sexuales que me traigan algo de lo que fui.
¿Curación? solo asunción de las esencias.

Puntos efusivos

Delgado, bello, hetero contenido, vulgaridad deslumbrante y verbo dificultoso: sexo prometido e inalcanzable.

Ángeles de la guarda

Siempre he tenido la sensación de que las cosas siempre acababan bien. Los momentos angustiosos, las situaciones complicadas al final se solucionaban por alguien o algo: un recurso ajeno, una medicina salvadora, un médico bálsamo o un amigo nuevo.
Así eran las noches de la angustiosa adolescencia, deseando que alguien me curara de la soledad, del sexo, de la familia opresiva, de mis proyectos siempre interiores, buscando siempre a tientas la desmesura con cara de niño bueno y razonable. Me preguntaba por qué no tenía acceso a la vida del adulto cuando los presuntos se deshacían en tópicos de vulgaridad, hipocresía e indecisión.
Me sumí en sus monstruos aunque conservé la dignidad del que se autoflagela. Y esperé. Esperé que la vida me cambiara y perdí. Me anestesié de vida placentera, de sonrisas que me trataban como a un igual.
Solo ahora sé que malgasté todos los tributos, que la soledad y la actuación son los únicos logros de la libertad y que los ángeles de verdad solo son mensajeros de uno mismo.

domingo, 18 de octubre de 2009

Introducción (III)

Del viaje en autobús no recuerdo nada, solo que me sentí bien entre tanto inmigrante que, como yo, ponía cara de que le habían vendido una tierra de promisión que solo le insultaba y explotaba aunque le diera la posibilidad de otra vida. En eso estábamos igual, nos habían vendido que los viajes curan los males del alma y del cuerpo.

Luego el vuelo. Una dulce compañera de asiento se empeñó en hacérmelo agradable y pude fantasear con nuevos amantes y vidas. Estaba ya casi en Amsterdam y no sentía nada, solo que esa misma tarde había quedado con un hispano para sesión inaugural de sexo y no nada parecía tener remedio.

Creo que me hubiera ido bien de protestante; como católico no estaba mal: buena dosis de sentimiento de culpa, productividad razonable, miedo a la novedad y la confesión interior como modelo de supervivencia. Si a eso le hubiera añadido el éxito social como marca de salvación, en esos momentos sería catedrático en una universidad de prestigio ligando con jovencitos fascinados por mi sabiduría: lástima de haber nacido en el sur y descubrir que las borracheras calman más que las prédicas senequistas. Así que me había quedado en proyecto de sabio, siempre con un montón de libros fundamentales por leer, pero con la habilidad necesaria para parecer moderadamente culto.

Introducción (II)

Pero ahí estaba la maleta abierta, la vecina gritando como una loca a sus pobres niñas y yo en medio de todos. Me hubiera quedado en mi casa una vez más, llorando por lo que tuve, sin ganas de ser otra vez y consolándome porque esta vez habían sido cinco horas de euforia. La hice finalmente sin mucha convicción: preservativos, lubricante, ropa variada, una guía, cámara digital, cuaderno de notas.
Al día siguiente nada había mejorado. Todo estaba empaquetado, previsto: los billetes en su sitio, la dirección correcta. Pero tenía que exhibir una agradable sonrisa: me iba de vacaciones con dinero fresco a la ciudad sin leyes para la moral al uso. En aquel momento envidiaba a mis amigos que se quedaban trabajando en la ciudad paleta, no tenían que disimular, ni asumir grandes retos, no estaban solos, tenían su trabajo de mierda a pesar de ser julio y ninguna expectativa de descanso estival. Yo era para ellos el afortunado funcionario con una vida de lujo y el dinero siempre escaso; para mí todo era un guión en blanco que tenía que inventar.

Introducción (I)

-¿Te hace quedar? - Sí, claro, para eso te he llamado. - Ok. Pues aquí te espero. Luego vino el ritual, el porro, la ducha, todo en un cuarto de hora. Sexo rápido, intenso, vacío y placentero. Esa vez no hubo juegos circenses ni de rol: abrir la puerta y en el pasillo empezar a palpar la carne del otro; después el dormitorio. Tenía 18 (siempre tenía 18 desde hacía dos años), yo 39 (35 según los usos del sexo fácil). No había palabras, solo las justas del juego de la dominación. Fue sexo del bueno, solo de dos aunque él siempre quería tres. El final, como siempre, los dos en el baño sin dirigirnos la mirada y sin hablar: - ahí están las toallitas. Luego mi ducha; él vistiéndose y mi gato acercándose en busca de nuevo dueño. Un adiós sin expectativas y mi maleta sin hacer.

Salía para Amsterdam al día siguiente, veinte años después de lo recomendable y sin ganas para un viaje planificado entre la lujuria y el desasosiego. Había pasado año y medio desde la ruptura y cada paso seguía siendo una conquista en la distancia: no pensar en él cada día, no pasar por su calle, no ligar con gente que le gustaría, no dar una clase en su honor y, sobre todo, dejar de sentir las punzadas matutinas de su adiós.
Era el segundo verano sin él. El primero transcurrió entre sollozos diarios, una extrema delgadez y una piscina rutinaria. El final del día consistía en echarlo de menos una vez más, varios porros y algo de sexo, pagando, gratis, manual, algo que compensara de la soledad. Este verano debía ser el de la emancipación, el de disfrutar como antaño de la desmesura, pero sobre todo el de eliminar el cansancio de vivir.
Era muy estúpido querer derrotar a un fantasma, cuando además al fantasma le importaba poco tu vida. Esperaba que aquel viaje fuera el primer acto de la nueva vida, esa que te espera cuando ya no queda nadie, ni siquiera tú mismo, a quien dar compasión y el futuro es cualquier cosa menos deseable.

martes, 13 de octubre de 2009

Fuente de los calderos

La fuente marca la frontera del barrio. Más allá un poco más de diversidad, de libertad, de gentes sin mirada hirsuta. Hace cuarenta años era peor. El barrio era el primer aprendizaje del nacionalismo, de querer sin razones, de exhibir orgulloso las miserias. Todo era más sencillo quizá, pero más claustrofóbico, uniformizante, despiadado. Los demás barrios eran inferiores, dignos y sospechosos de castigo y el centro era siempre un recelo, una construcción artificial que poco tenía que ver con las esencias.
Siempre preferí el centro de las ciudades, más estético, anónimo, con voluntad de agradar aunque fuera equivocado. Allí se respiraba más diferencia, más libertad, miradas de altura aunque muchas veces fueran rastreras.
Hoy no respiro los pálpitos del barrio. Mi voluntad de apátrida, cosmopolita reconvertido, me aleja de los que solo quieren ser, sin saber para qué, ni cómo ni adónde. Procuro no visitar las bares donde se me invita a gritar diferente, a sentirme solidario con gentes que despreciarían todo lo que soy.
Puedo ahora exhibir ocultando, manejar mi realidad a mi antojo y despreciar con una sonrisa todo lo que me recuerda cómo hay que ser, pensar, sentir. Juego con ventaja al parecer de ellos, al reír a veces con ellos, pero me son ajenos. Siguen siendo el cuadro que conduce a la misantropía, al aburrimiento, al descenso anestésico a la animalidad.

lunes, 12 de octubre de 2009

15 euros de soledad (mp)

Solo tolero las manifestaciones colectivas de alegría cuando tras de ellas hay una promesa de sexo compartido sin pudor. El paso de año o la víspera de la gran fiesta solo tienen sentido en la esperanza de encontrar un brazo borracho de sexo e irrealidad que te quiere poseer con una sonrisa en la boca y la promesa de no ser nada mañana.
Las grandes celebraciones comunales, familiares e incluso amicales no quieren compartir momentos de felicidad sino adecentar el traje del compromiso y recordarte las cláusulas de tu dicha social. Esconderte de los afines, sentarte solo en una terraza son actos de deserción. Los felices acompañados de disfraces igualitarios te miran como a un farmakós digno de conmiseración, cuando no de recelo declarado. Su excitación se potencia cuando tu cara es de placidez arrogante, de desprecio a compartir.
Voy construyendo mi distante mirada con la perspectiva solo de la pasión. Busco la conmoción en las conversaciones, los abrazos, el sexo sin palabras. Miento con la esperanza de causar el menor daño posible. Me alejo de los oficiales que me quieren por hastío y decisión.
Quiero hacer sin dolor, quiero compartir en la lejanía, romper para siempre con cualquier vínculo que no sea el contrato igualitario de dos.
He sentido tristeza al volver solo a casa y pensar en sus caras defraudadas. He podido esconderme en la calle, leer, soñar con los pectorales del camarero, pensar solo en mí y en mis juegos mentales.
Pero sigo fantaseando con que entiendan mis desnudos con sexo y humos, mi necesidad de ausencia, mi ansia de libertad también para ellos. Sigo queriéndolos como un apéndice del pasado que por momentos se hace presente.
Querría conocer los límites de la autoafirmación y la locura. Me conformo con soportar la condena social.

sábado, 10 de octubre de 2009

Placer y virtud

El sexo da placer y si lo sabes compartir bien, hace virtuoso.

miércoles, 7 de octubre de 2009

El instante de los pesos perdidos (p)

Me hablaron de la felicidad, del amor a los padres, a la patria, de las ilusiones, de la sensatez. Me hablaron en otro tiempo y casi no lo recuerdo. Me enseñaron a ser parte del conjunto, a recibir con alegría la aprobación de los demás. Me trataron casi siempre con dulzura y cariño. Me alabaron y consiguieron su animal social. Queda poco de todo aquello, solo las ganas del placer y la sensación de que algo nuevo puede ocurrir.
Hoy no he descubierto ningún secreto, no he tenido que confesar nada. Solo he respondido a la pregunta, esa que separa, define y hace especial. He soñado muchas veces con sentir felicidad al decirme gay, incluso he deseado no sentir ante la palabra. Había experimentado el dolor, el orgullo, la rabia, el desprecio, la adrenalina del digno apaleado, pero nunca la sencillez, la indiferencia.
Deseé siempre no tener una doble piel, no tener un peso agradable que agota. Hoy por fin he podido decir con una sola voz, con un solo peso, el mío, no el de los otros.

martes, 6 de octubre de 2009

CVB (p)

Oí una vez que alguien desconfiaba de aquellos que quieren a sus mascotas porque no saben querer a los hombres. Él, que no se atreve a disfrutar, se equivocaba. He visto enternecerse al macarra sexualmente más salvaje ante la visión de un gato enfermo en una consulta veterinaria. He visto a perros, gatos y humanos, nerviosos ante la visita del mal, afrontar sus miedos con caricias y lengüetazos. He sentido la solidaridad más sincera y he compartido ojos arrasados de entendimiento.
Quitarse las corazas oxidadas del animal cultural humano es quizá una de los pocos actos de libertad placentera.

sábado, 3 de octubre de 2009

Mitos olvidados

Los lugares se desgastan cuando no te importan los amantes de hace veinte años, cuando no los saludas y se convierten en arqueologías molestas. Ya no te duelen los plantones y la novedad consiste en las cartas de pago o en las redes de la virtualidad más cercana.
No esperas ya y la cohorte de indecisos, angustiados, bisexuales sin futuro, mentirosos compulsivos y masturbadores de la nada se convierte en una lista de agravios sin remedio. La calle ya no es el lugar lleno de esperanzas sexuales, de promesas de sonrisas y abrazos desbaratados. Es solo un medio de tránsito hacia la placidez, hacia el disimulo del placer.
La madurez es solo un estado intermedio en el que desprecias las leyes del mercado. Buscas la sencillez del placer y la complicación de los sentimientos, pero no los bailes absurdos que te hicieron daño y de los que fuiste la estrella principal. Los ocasos dependen de la perspectiva y de la inocencia en la mirada. Conservo la mía aunque la perspectiva envejezca.
Atisbo mi ciudad casi sin rencor pero con el cuerpo y la mirada agotados.

viernes, 2 de octubre de 2009

Afectos renovados (p)

Siempre he tenido miedo a dejar de sentir, a que los sentimientos dejaran de tocar el mundo de las Ideas. Siempre pensé que la locura ajena me podía poseer. Temí la soledad, la homosexualidad, la diferencia mortal, la juventud decrépita, la capacidad de trasmitir, la ausencia de dolor.
Empezaba a sentir que nada se renueva, que el pasado es solo aquello que se olvida, que pocas cosas permanecen que no sean un presente siempre muerto. Volver a sentir la dicha del hambriento, encontrarme en aquel sitio siendo el de ahora. Querer abrazar al que te dio bálsamos alados y renovar los lazos con la mirada presente.
No es locura, no es azote. Es el fluir tranquilo de dos que no necesitan tocarse, de dos que saben acercarse desde su corazón contrario, de dos que necesitan aprender del otro. Palpito ahora cuando hace horas era un reloj sincronizado.
He podido hablar no con aquel que fue todo, sino con el que es, raptando palabras a las horas. He visto a aquel que intuí, el que se muestra sin sobresaltos, ese Aquiles que se siente Patroclo. He podido beber con el ansia de oír al de ahora. Me he reencontrado con las palabras fundamentales, necesarias. He vuelto a sentir el placer de crecer acompañado.

jueves, 1 de octubre de 2009

Prófugos del arado

Tareas del profesor: conocer su ciencia y saber transmitirla. Tareas del paid agogos: querer y dejarse seducir por la pasión.

Delfos de vida

Decía la Pitia en Delfos: conócete a ti mismo. Los caminos de la sabiduría, de la vida plena son un juego inestable entre el conocimiento de uno mismo y de los demás.