martes, 6 de octubre de 2009

CVB (p)

Oí una vez que alguien desconfiaba de aquellos que quieren a sus mascotas porque no saben querer a los hombres. Él, que no se atreve a disfrutar, se equivocaba. He visto enternecerse al macarra sexualmente más salvaje ante la visión de un gato enfermo en una consulta veterinaria. He visto a perros, gatos y humanos, nerviosos ante la visita del mal, afrontar sus miedos con caricias y lengüetazos. He sentido la solidaridad más sincera y he compartido ojos arrasados de entendimiento.
Quitarse las corazas oxidadas del animal cultural humano es quizá una de los pocos actos de libertad placentera.

1 comentario:

Carmen Sánchez dijo...

En la vida hay pocas cosas tan táctilmente hermosas como acariciar el lomo de un gato; tan visualmente bellas como verlo andar ;y tan balsámicas para el alma, como el hecho de que le da los mismo que seas un vicioso, un cobarde,feo,o un cabrón, te ama y tu lo amas por como te trata y tu lo tratas.No hay terceras personas ,ni interferencias, no hay comentarios, solo un amor doble.Mis animales muertos me dejaron un vacío en el alma, y mis animales vivos me la llenan con su presencia.